Conversar y discentir, mostrar las diferencias. La comunicación, la sociedad y la cultura.
jueves, 30 de julio de 2009
Una guayabera gigante en el centro de Cuba
Por: Carlo Figueroa
Fotos: Liborio Noval
Una guayabera gigante de tres metros de ancho, inauguró una nueva tradición en la ciudad cubana de Sancti Spíritus, una de las primeras villas fundadas en la Isla por el Adelantado Diego Velásquez hace 495 años.
La camisa confeccionada por el artista Fidel Díaz Gutiérrez fue llevada en hombros por las principales avenidas de la ciudad hasta ser izada en la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena en un ritual que a partir de ahora tendrá lugar todos los 25 de Julio, cuando se celebre el Día del Espirituano Ausente y Día de la Guayabera.
La iniciativa fue promocionada por el Proyecto Sociocultural La Guayabera, que desde hace casi dos años viene desarrollando acciones de reanimación y rescate de la prenda nacional, que se sabe nació en estas tierras y es el símbolo más universal que tiene Sancti Spíritus.
Previo al desfile de la enorme camisa, en la capital de esa provincia del centro de Cuba tuvo lugar un desfile de modas con piezas de diseñadores locales y de varias costureras que son reconocidas por sus cualidades en la confección de guayaberas y se celebró un concurso donde participaron espirituanos de varias generaciones que siguen utilizándola en su vestir diario.
También se recibieron tres nuevas guayaberas para la colección que aporta el proyecto sociocultural al patrimonio de Sancti Spíritus y que llegó a 41 piezas con las del líder independentista puertorriqueño Rafael Cancel Miranda, el director del Museo Nacional de la Danza Pedro Simón y el músico Orlando Valle “Maraca”.
Encuentros de parrandas y grupos campesinos de toda la provincia pusieron un toque distintivo al día que desde ahora se espera seguir celebrando con el objetivo de reforzar la identidad local.
La guayabera gigante quedará resguardada en el Museo Provincial de Historia de Sancti Spíritus y como elemento que la distinguen tiene 25 botones de cedro y el escudo de la ciudad, dibujado especialmente para la enorme camisa por el artista de la plástica cubana Julio Neira Milián. Además, cinco de sus alforzas están cosidas a la inversa en un gesto de solidaridad con los Cinco Héroes presos en cárceles de Estados Unidos.
El lente del gran fotógrafo cubano Liborio Noval, invitado para la ocasión, recogió imágenes del recorrido y del despliegue de la guayabera, mientras unos cinco mil espirituanos esperaban el 26 de Julio con una Gala Serenata que llegó casi hasta el amanecer.
Del metrosexual al hombre Alfa: ¿publicidad o excentricismo?
Por Philippe J.Sollers
Más allá de la apariencia física o el uso de cosméticos, muchos hombres
modernos se replantean hoy su sexualidad en términos más profundos
Aún mucha gente en el mundo no asimila muy bien ese asunto del hombre
metrosexual y resulta que ya se han inventado otras categorías:
metroemocional, retrosexual, vitalsexual, tecnosexual, hombre alfa o
beta...
El sentido de esas clasificaciones -todas inventadas por la publicidad y
los medios- es reflejar la variedad de expresiones masculinas que hoy
existen (más allá de con quien se practica sexo cotidianamente), los
diferentes modos de ser y proyectarse como varón en este nuevo siglo.
¿Por qué ahora? Algunos opinan que es una secuencia lógica de liberación: a
mediados del siglo XX las mujeres comienzan a construirse una imagen más
acorde con sus gustos y comodidades. Luego fueron los homosexuales. Con el
nuevo siglo les tocó al resto de los hombres, al menos los que no sienten
complejos por tratar de ser lindos y tener modales.
En Cuba, como en otros países latinos, el asunto resulta aún muy confuso.
Buena parte de nuestra población cree que el vocablo metrosexual equivale a
homosexual, o cuando menos a ser un hombre superficial y narcisista.
Incluso hay quienes los toleran si cumplen determinados patrones de
belleza, edad, raza o modo de vida, pero el que queda fuera de esos
requisitos es mal visto por sus congéneres cuando adopta la moda
metrosexual.
También pasa al revés: hombres que miman su apariencia más allá de lo
tradicional pero también se ocupan de alimentar inteligencia y espíritu se
sienten ofendidos al ser llamados metrosexuales, como si se tratara de un
insulto.
¿Qué es, entonces, la metrosexualidad? Un estilo de vida. El fenómeno no
tiene nada que ver con la orientación sexual del individuo ni condiciona su
relación con las mujeres. Ya sea gay, bisexual o heterosexual, es un sujeto
centrado en sí mismo y obsesionado con su imagen corporal, por lo que
dedica mucho tiempo y recursos al cuidado de la piel y a perfeccionar su
peinado, calzado, joyas, vestuario y postura, hace dieta, ejercicios y
puede llegar hasta a someterse a cirugía estética con tal de lucir
perfecto.
Los medios masivos de comunicación y muchas cadenas de tiendas aúpan
felices esa proyección de hombre sensible y «conectado» con el lado
femenino de su personalidad, algo que para muchas mujeres aumenta incluso
su atractivo.
El prefijo metro responde a que la tendencia surgió en las ciudades, donde
la publicidad de la industria cosmética y el acceso a gimnasios y
estilistas es mayor, y por tanto es más fácil generar dependencia al
champú, las cremas, los suavizadores, depiladores, perfumes, tintes... Como
que la demanda de productos masculinos crece en un 25 por ciento cada año,
más que la de cosméticos femeninos.
Pero lo de «metro» no es el único modo de llamarles: también les dicen
hombres «E» por su atención a la estética personal, y en España se utiliza
el término metroemocional para aquellos que además de lindos resultan
amables, atentos, sensibles, cariñosos, de carácter, decididos,
colaboradores, buenos amigos, sinceros y tolerantes.
Si además de ser narcisista resulta un fanático de la nueva tecnología y
vive detrás del último celular o computadora de bolsillo, se le conoce
entonces como tecnosexual.
El polo opuesto -imagen también construida en los medios- es el hombre
retrosexual (retro significa regreso) que ensalza la belleza masculina en
su lado más «salvaje»: aparente descuido de la barba y el pelo, olor
natural, ropa muy a lo West, gestos de «macho» tradicional, deportes
fuertes al aire libre, colores oscuros para vestir...
En ciertos círculos, a estos hombres retro se les llama ubersexuales si
manifiestan mucha seguridad en sí mismos, son capaces de lograr cierto
cuidado personal -sin exageraciones-, y se preocupan por las causas
sociales.
Pero si son arrogantes, inteligentes y aventureros se emplea el término
heteropolitan. A estos últimos los caracterizan con una sonrisa de medio
lado, cierto aire de seductor irresistible y muy convencidos de que sus
defectos son realmente los mejores atributos de cualquier hombre.
Su «pariente cercano» es el llamado hombre Alfa, descrito como fuerte,
inteligente, reservado e independiente, que en el fondo es un cavernícola
persuadido de su indiscutible prioridad para satisfacer necesidades
elementales como comer más y mejor, y elegir a su hembra (porque él no
busca una mujer, menos una pareja, dice el diario chileno El Mercurio).
Más allá de la cáscara
Más allá de la apariencia física o el uso de cosméticos, muchos hombres
modernos se replantean hoy su sexualidad en términos más profundos,
incluidas su relación con la pareja y su rol en el seno de las familias.
Tal es el caso de los vitalsexuales y los llamados hombres Beta. Según el
sitio sexovida.com, un hombre vitalsexual es el que busca una relación de
pareja vivificante: Un varón mayor de 40 años bastante activo en su
actividad privada y profesional para quien es esencial contar con una vida
amorosa y sexual plena.
Por eso se interesa por satisfacer a su pareja, busca la estabilidad y si
sufre algún episodio de disfunción sexual lo enfrenta con optimismo y busca
ayuda profesional, sin temor a conversar con su pareja sobre esos asuntos.
Curiosamente este epíteto surge en Europa, acuñado por la compañía de
productos médicos Bayer Healthcare, que produce y comercializa uno de los
medicamentos más populares para la disfunción eréctil.
Como rasgos distintivos de estos varones maduros y vitales, los expertos
europeos señalan un alto por ciento de interés en las expectativas sexuales
de la pareja, la añoranza por todo lo que hacían en su vida amorosa juvenil
y el alto valor que conceden a la espontaneidad y la comunicación franca
durante las prácticas sexuales para mejorar cualquier dificultad que
enfrente la pareja.
Por su parte el hombre Beta es aquel que desde pequeño nunca destacó por
sus cualidades físicas o mentales (más bien era disléxico, torpe, muy
delgado o con sobrepeso), pero con el tiempo encontró la fórmula para ser
alguien a tomar en cuenta por la familia, las mujeres y amigos.
Este tipo de hombre usa su aparente debilidad o rareza para captar el
instinto protector femenino y tener éxito en su carrera. Llega a ganar
dinero, suele ser estable y fiel en sus relaciones, y además es muy
emocional, rasgo que no esconde porque le permite establecer empatía con
quien le interesa.
En realidad, todas estas clasificaciones inventadas en el último decenio
son bastante arbitrarias y responden a intereses de mercado más que a
patrones psicosociales concretos.
Usualmente es el propio hombre quien se identifica con uno u otro grupo de
los descritos y asume su filosofía de vida. Otras veces son las mujeres o
las amistades quienes tratan de encasillarlo en una u otra dirección.
Lo cierto es que quedan aún muchos varones que no se hallan a sí mismos en
ninguno de esos patrones y sin embargo se realizan en su vida social y
sexual sin aferrarse a estereotipos ni complejos banales, tomando de unos y
otros lo que en cada caso les parece más conveniente.
Más allá de la apariencia física o el uso de cosméticos, muchos hombres
modernos se replantean hoy su sexualidad en términos más profundos
Aún mucha gente en el mundo no asimila muy bien ese asunto del hombre
metrosexual y resulta que ya se han inventado otras categorías:
metroemocional, retrosexual, vitalsexual, tecnosexual, hombre alfa o
beta...
El sentido de esas clasificaciones -todas inventadas por la publicidad y
los medios- es reflejar la variedad de expresiones masculinas que hoy
existen (más allá de con quien se practica sexo cotidianamente), los
diferentes modos de ser y proyectarse como varón en este nuevo siglo.
¿Por qué ahora? Algunos opinan que es una secuencia lógica de liberación: a
mediados del siglo XX las mujeres comienzan a construirse una imagen más
acorde con sus gustos y comodidades. Luego fueron los homosexuales. Con el
nuevo siglo les tocó al resto de los hombres, al menos los que no sienten
complejos por tratar de ser lindos y tener modales.
En Cuba, como en otros países latinos, el asunto resulta aún muy confuso.
Buena parte de nuestra población cree que el vocablo metrosexual equivale a
homosexual, o cuando menos a ser un hombre superficial y narcisista.
Incluso hay quienes los toleran si cumplen determinados patrones de
belleza, edad, raza o modo de vida, pero el que queda fuera de esos
requisitos es mal visto por sus congéneres cuando adopta la moda
metrosexual.
También pasa al revés: hombres que miman su apariencia más allá de lo
tradicional pero también se ocupan de alimentar inteligencia y espíritu se
sienten ofendidos al ser llamados metrosexuales, como si se tratara de un
insulto.
¿Qué es, entonces, la metrosexualidad? Un estilo de vida. El fenómeno no
tiene nada que ver con la orientación sexual del individuo ni condiciona su
relación con las mujeres. Ya sea gay, bisexual o heterosexual, es un sujeto
centrado en sí mismo y obsesionado con su imagen corporal, por lo que
dedica mucho tiempo y recursos al cuidado de la piel y a perfeccionar su
peinado, calzado, joyas, vestuario y postura, hace dieta, ejercicios y
puede llegar hasta a someterse a cirugía estética con tal de lucir
perfecto.
Los medios masivos de comunicación y muchas cadenas de tiendas aúpan
felices esa proyección de hombre sensible y «conectado» con el lado
femenino de su personalidad, algo que para muchas mujeres aumenta incluso
su atractivo.
El prefijo metro responde a que la tendencia surgió en las ciudades, donde
la publicidad de la industria cosmética y el acceso a gimnasios y
estilistas es mayor, y por tanto es más fácil generar dependencia al
champú, las cremas, los suavizadores, depiladores, perfumes, tintes... Como
que la demanda de productos masculinos crece en un 25 por ciento cada año,
más que la de cosméticos femeninos.
Pero lo de «metro» no es el único modo de llamarles: también les dicen
hombres «E» por su atención a la estética personal, y en España se utiliza
el término metroemocional para aquellos que además de lindos resultan
amables, atentos, sensibles, cariñosos, de carácter, decididos,
colaboradores, buenos amigos, sinceros y tolerantes.
Si además de ser narcisista resulta un fanático de la nueva tecnología y
vive detrás del último celular o computadora de bolsillo, se le conoce
entonces como tecnosexual.
El polo opuesto -imagen también construida en los medios- es el hombre
retrosexual (retro significa regreso) que ensalza la belleza masculina en
su lado más «salvaje»: aparente descuido de la barba y el pelo, olor
natural, ropa muy a lo West, gestos de «macho» tradicional, deportes
fuertes al aire libre, colores oscuros para vestir...
En ciertos círculos, a estos hombres retro se les llama ubersexuales si
manifiestan mucha seguridad en sí mismos, son capaces de lograr cierto
cuidado personal -sin exageraciones-, y se preocupan por las causas
sociales.
Pero si son arrogantes, inteligentes y aventureros se emplea el término
heteropolitan. A estos últimos los caracterizan con una sonrisa de medio
lado, cierto aire de seductor irresistible y muy convencidos de que sus
defectos son realmente los mejores atributos de cualquier hombre.
Su «pariente cercano» es el llamado hombre Alfa, descrito como fuerte,
inteligente, reservado e independiente, que en el fondo es un cavernícola
persuadido de su indiscutible prioridad para satisfacer necesidades
elementales como comer más y mejor, y elegir a su hembra (porque él no
busca una mujer, menos una pareja, dice el diario chileno El Mercurio).
Más allá de la cáscara
Más allá de la apariencia física o el uso de cosméticos, muchos hombres
modernos se replantean hoy su sexualidad en términos más profundos,
incluidas su relación con la pareja y su rol en el seno de las familias.
Tal es el caso de los vitalsexuales y los llamados hombres Beta. Según el
sitio sexovida.com, un hombre vitalsexual es el que busca una relación de
pareja vivificante: Un varón mayor de 40 años bastante activo en su
actividad privada y profesional para quien es esencial contar con una vida
amorosa y sexual plena.
Por eso se interesa por satisfacer a su pareja, busca la estabilidad y si
sufre algún episodio de disfunción sexual lo enfrenta con optimismo y busca
ayuda profesional, sin temor a conversar con su pareja sobre esos asuntos.
Curiosamente este epíteto surge en Europa, acuñado por la compañía de
productos médicos Bayer Healthcare, que produce y comercializa uno de los
medicamentos más populares para la disfunción eréctil.
Como rasgos distintivos de estos varones maduros y vitales, los expertos
europeos señalan un alto por ciento de interés en las expectativas sexuales
de la pareja, la añoranza por todo lo que hacían en su vida amorosa juvenil
y el alto valor que conceden a la espontaneidad y la comunicación franca
durante las prácticas sexuales para mejorar cualquier dificultad que
enfrente la pareja.
Por su parte el hombre Beta es aquel que desde pequeño nunca destacó por
sus cualidades físicas o mentales (más bien era disléxico, torpe, muy
delgado o con sobrepeso), pero con el tiempo encontró la fórmula para ser
alguien a tomar en cuenta por la familia, las mujeres y amigos.
Este tipo de hombre usa su aparente debilidad o rareza para captar el
instinto protector femenino y tener éxito en su carrera. Llega a ganar
dinero, suele ser estable y fiel en sus relaciones, y además es muy
emocional, rasgo que no esconde porque le permite establecer empatía con
quien le interesa.
En realidad, todas estas clasificaciones inventadas en el último decenio
son bastante arbitrarias y responden a intereses de mercado más que a
patrones psicosociales concretos.
Usualmente es el propio hombre quien se identifica con uno u otro grupo de
los descritos y asume su filosofía de vida. Otras veces son las mujeres o
las amistades quienes tratan de encasillarlo en una u otra dirección.
Lo cierto es que quedan aún muchos varones que no se hallan a sí mismos en
ninguno de esos patrones y sin embargo se realizan en su vida social y
sexual sin aferrarse a estereotipos ni complejos banales, tomando de unos y
otros lo que en cada caso les parece más conveniente.
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