martes, 9 de diciembre de 2008

Laritza Camacho acusada de asesinato.

Por: Lázaro Sarmiento
http://lazarosarmiento.blogspot.com/

Desde hace algunas semanas circula en la Isla la noticia de que la popular locutora y presentadora de la televisión cubana Laritza Camacho asesinó a esposo. Esta tarde conversé con Laritza porque somos compañeros de trabajo en la misma estación de radio y me pidió que tratara el asunto en el blog.

En Radio Ciudad de La Habana, Laritza Camacho escribe y dirige el programa Mientras La Habana duerme (De lunes a viernes entre la una y las tres de la madrugada). Ella es una mujer con diversas inquietudes y proyectos. Su ausencia temporal de los estudios de televisión representa una pausa en su quehacer artístico. Ya el pasado domingo los espectadores la vieron en un discreto papel en la nueva serie de Roly Peña “Patrulla 444”.

La historia en la que se incluye también una presunta hija de Laritza Camacho es falsa de punta a cabo. Fin del cuento.
El desmentido esta acompañando de una foto de Laritza dedicada a sus seguidores en la red. Como este blog no tiene vocación de crónica roja ni social, valga como un guiño memorioso a Don Galaor y su sección de la revista Bohemia LA FARÁNDULA PASA.

Más información en: http://lazarosarmiento.blogspot.com/
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Publicado por Lázaro Sarmiento para Buena suerte viviendo el 12/08/2008 10:24:00 PM

Sagua la Grande cumple 196 años.

Por Yoel Rivero
www.saguaviva.blogspot.com

¿Una ciudad con 196 años puede considerársele vieja?... ¿Edad madura acaso?...¿Joven aún?... El calificativo puede quedar al criterio de todo aquel que la visite y puede evaluar tal hecho analizando la intensidad con la que se ha vivido en esta Villa que, incluso mucho antes de la fecha del 8 de diciembre de 1812, ya estaba haciendo historia.
Sagua la Grande ha sido la cuna de prominentes figuras de las artes, las letras, la ciencia y la política de Cuba y del mundo, ejemplos puedo mencionar sin agotar mi arsenal por varias horas. Detenerme sin dudas es obligatorio en quien el destino, la vida, Dios o quien prefiera el lector, naciera precisamente cuando la ciudad cumplía sus 90 años de fundada, me refiero al sagüero más universal de la historia, al artista de la plástica Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castilla, nuestro inmortal Wifredo Lam. El 8 de diciembre sin dudas resulta proverbial y por tal motivo obligatorio, que sea la fecha más sagüera del año. Los habitantes de la Villa en 1902 nunca pensaron que el llanto de aquel niño que tal vez muy pocos escucharon se convirtiera en un resonar perpetuo para los habitantes de hoy y de mañana.
Las fiestas han comenzado en Sagua la Grande y los villareños que estamos aquí tenemos el regocijo de vivirlas intensamente. Aún cuando algunos piensen que ese candor primigenio se ha perdido, trato de sumarme a su criterio y les aseguro que aunque así sea, la longevidad de mi ciudad la hace más interesante. Los que opinan como yo, que aún es una ciudad muy joven, buscan en cada piedra esa actividad que nos debe caracterizar, ese vibrar que debe sentirse al unísono en cada momento, en cada persona que aquí viva y sienta por esas calles limpias y anchas, por esa edificaciones, por esa gente que lo ha dejado todo en el andar diario y en el sueño cotidiano que somos capaces de perseguir. Aún cuando nos cueste la vida, una vida que sería un orgullo dedicar, para que esté donde esté, me digan sagüero, para que vaya donde vaya sea sagüero y para que en cualquier lugar del mundo cuando vean mi rostro otros coterráneos se acerquen con la seguridad de que yo soy un sagüero.
La Villa de la Purísima Concepción de Sagua la Grande está cumpliendo años, 196 años. ¿Qué decir, qué hacer entonces?... Me gustaría dejar abierta esta interrogante, me gustaría que todo aquel que lea esta nota y conozca la ciudad, la haya visitado, haya vivido en ella, o viva en ella aún, haga su comentario, complete estas palabras del autor que considero insignificantes para la majestuosidad que me rodea día a día, para ese orgullo que siento por haber nacido aquí, en Sagua la Grande.
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jueves, 27 de noviembre de 2008

Jóvenes Técnicos de Sistemas Microinformáticos: Mp3 de la semana

Jóvenes Técnicos de Sistemas Microinformáticos: Mp3 de la semana

TV Cubana: " Donde hay hombres no hay fantasmas": De la PIFIA a la INFAMIA


Reinaldo Cedeño Pineda
escribanode@gmail.com

Cuando uno piensa que lo ha visto todo en la televisión cubana… todavía hay lugar para la perplejidad.


Pensé no escribir más del espacio humorístico “Donde hay hombres no hay fantasmas” (idea original y dirección de Lolina Cuadras, guión de Carlos Torrens, asesoría de Carlos Fundora) pero lo visto hoy 24 de noviembre de 2008, me obliga…

No voy a hablar de los aspectos que, a mi entender, han contribuido a lo fallido de esa propuesta, pues ya lo hice con anterioridad (VER
http://laislaylaespina.blogspot.com/2008/10/tv-cubana-iv-humor-los-fantasmas-no.html)

humor-los-fantasmas-no.html ) sino de ciertas frases escuchadas hoy…. que nada tienen de comicidad, y si mucho de prejuicio, ignorancia y falta de ética.

El personaje que interpreta la gran actriz Zenia Marabal, viene "del campo". Ese es su estigma. Su origen motiva un sarcasmo tras otro. Da pena que una artista de tan larga carrera haya asumido un personaje como este.

Todo gira en torno a Regla (Mario Aguirre), que no se cansa de bromear a costa de la señora… pero repito, lo de hoy sobrepasa cualquier consideración. No alargo más.

Las frases usadas por el personaje que encarna Mario Aguirre (“indocumentados con olor a marabú” y “Urracas anapistas”) para referirse a aquellos que proceden del campo, presumiblemente del oriente cubano, es cuando menos, una ocurrencia infeliz. Muy infeliz, diría yo.

Me pregunto si acaso será “una morcilla” (improvisación fuera de guión) o si las frases formarán parte del guión original. Sea de una forma o de otra, vuelvo a preguntarme: ¿cómo pasaron semejantes frases al ojo del asesor y a la mano del director? ¿Les pareció bien?!

Me pregunto, ¿en algún momento se sopesó la simbología de la urraca; qué representa ahora mismo
la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP); qué es un indocumentado, qué es un indocumentado en Cuba?

El lenguaje no es una combinación de palabras, es la envoltura del pensamiento. Las palabras no son una suma de sílabas, sino una expresión de conceptos. Y en consecuencia, hay que saber usarlas.

La televisión, como producto dirigido a una mayoría exige RESPONSABILIDAD. No importa que sea a través del drama, el humor o la noticia.

Casi no habrá que decir más nada que no sea que me dan pena aquellos que dejan caer su látigo sobre la espalda del sombrero campesino, de la mano callosa, del trabajo cerca de la tierra. Esos no es que sean citadinos; como dijo Martí: son sietemesinos.

Y todavía hay que escuchar impávidos como “Teleavances” recomienda “Donde hay hombre son hay fantasmas” como “humor del bueno”.

ARTÍCULO RELACIONADO:

VER MÁS http://laislaylaespina.blogspot.com

ESPERO SUS OPINIONES

viernes, 7 de noviembre de 2008

Eduardo Dimas, las corbatas y el saber demasiado

Por Carlo Figueroa

Fueron casi cinco años tomando café en las mañanas. Llegaba impecablemente vestido de saco y con la corbata en el bolsillo. Compartimos la misma taza o el mismo vaso cientos de veces, hablamos de lo humano y lo divino, pero mucho de política, de los vericuetos de la administración norteamericana, de las virtudes de su pueblo y los empecinamientos hegemónicos. Es el privilegio que me queda junto a un montón de buenos consejos que Eduardo Dimas me ofreció día a día sin que mediara más que un café y algunos cigarrillos fumados con apuro.
Para cualquier comunicador es un reto sentarse al lado de un periodista de su tamaño y Haciendo Radio de Radio Rebelde me otorgó la gracia. Son esas y no otras, las pequeñas y grandes cosas que nos llevamos en silencio cuando la ocasión te permite vivir trabajando al lado de hombres inteligentes y humildes que nunca se muestran ilustres, pero lo son por derecho propio.
Era un estudioso capaz de dormir unas pocas horas al día y permanecer un montón de ellas ante la computadora desentrañando conflictos, avizorando situaciones que otros pocas veces encontraban con tanto acierto. Tenía una afición particular por las corbatas que eran – me dijo un día – “anudadas y derechas como la ética profesional.” Su colección era tema constante entre nosotros. Rara vez las repetía, quizás por ser consecuente con sus palabras y la ética que como periodista supo irradiar y mantener firme y derecha, sin concesiones ni remilgos.
Eduardo Dimas fue parte de muchos sucesos, tenía historias asombrosas que contar, pero la humildad que conocimos los que crecimos más a su lado, siempre nos dejó verlas como algo natural, como parte de las ingencias a las que nos enfrentamos cuando elegimos esta profesión.
Uno de esos días de café y cigarrillo apurado en el pasillo de los estudios de Rebelde pronunció una frase que todavía repito: “saber mucho es un delito”. Sigo citándolo sin saber a ciencia cierta si era propia o la había aprendido o leído en algún lugar. Prefiero creer que era el resultado de su basta experiencia, del testimonio que reunió por años defendiendo a Cuba y su derecho a la libre determinación, a construir el país que queremos las cubanas y los cubanos.
Dimas admiraba a Fidel y amaba a su familia en la misma dimensión que admiraba y amaba al periodismo, la Radio y la Televisión Cubanas, de las que fue uno de sus profesionales más altos. Recordarlo es poco, anudarme firme la corbata y exhibirla derecha mientras me tome un café y siga fumándome un cigarrillo con apuro, es la mejor forma de ser consecuente con el delito de saber demasiado de este mundo nuestro, como el siempre quizo.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Maggie, Luis y el absurdo de lo prohibido.

Por Fabio Bosch, Jr.

En Cuba ha comenzado un discurso renovador. El primer indicio nos llegó con el calor del pasado verano, donde sin criticar por criticar se criticaban algunas cosas que andaban mal. Luego con los análisis colectivos se destapó la Caja de Pandora. Lo que muchos ciudadanos de a pie hablaban en las esquinas, era entonces debatible en reuniones. La BBC creyó tener la gran noticia en la mano cuando “pirateó un video” con un estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas que en realidad solo decía una pequeña parte de todo lo que ya se venía discutiendo durante meses en cada rincón de este verde caimán. El 24 de Febrero quedaba ratificado: “eliminar el exceso de prohibiciones y regulaciones”, es una necesidad del nuevo enfoque al que inexorablemente estamos llamados en estos nuevos tiempos.

Sería bueno, que cuando se pensara en el exceso de prohibiciones, también se analicen las prohibiciones excesivas. Sería saludable, que junto al análisis de esas prohibiciones materiales, pragmáticas, también entráramos a revisar las que tienen que ver con la espiritualidad del hombre, con su cultura y con sus artistas. Es imposible que artistas nacidos en Cuba, que emigraron por razones que para nada tenían que ver con la política, que inclusive han mantenido una postura muy alejada de esta, sigan siendo tratados como “vulgares traidores que se vendieron al enemigo”. Tal parece que todos los músicos (no los actores y actrices y luego me referiré a ese otro absurdo) cuando deciden emigrar ya de hecho han firmado un abominable pacto con la Mafia Anticubana, o con la Mafia Norteamericana o con la Mafia de Sicilia, vaya usted a saber, pero el caso es que ipso facto desaparecen de la radio y la televisión, no pueden regresar a Cuba y si lo hacen sería como turistas o a visitar a familiares y amigos, porque ni soñar que puedan pararse en un escenario a deleitar a sus coterráneos de aquí con una música que es nuestra y que no habla de política.

A Maggie Carlés y Luis Nodal, por solo citar un ejemplo, los jóvenes cubanos de los 70 y parte de los 80 le deben el haber versionado a nuestra lengua mucho de los éxitos que entonces sonaban en el Hit Parade de casi todo el mundo, pero en habla inglesa. Con Maggie y Luis soñamos, cantamos, nos enamoramos, nos peleamos, nos reconciliamos… en fin, intensamente vivimos. Pero es más, la voz de Maggie es incuestionable e inolvidable. Su discografía después de salir de Cuba es impresionante; su trabajo con grandes compositores y productores es sencillamente envidiable para cualquier vocalista de cualquier lugar del mundo, y su voz, nada menos que junto a la de Plácido Domingo en un Popurrí de unos cinco minutos sube definitivamente hasta el cielo.

Todo eso nos lo hemos perdido los cubanos de los tardíos 80, de los 90 y lo que va de los años 2000. Mis hijos, por una prohibición absurda conocen más de un miserable reaggeatton que de esa voz que nos levanta de nuestros asientos y nos hace por unos minutos mejores personas cuando le escuchamos su Ave María.

Lo más triste de todo es que la prohibición no solo es absurda, sino discriminatoria, ya que tenemos “traidores ideológicos del arte” buenos y “traidores” malos. Los actores que se han marchado de Cuba siguen apareciendo en documentales, seriales y películas con gran frecuencia por la televisión. Y si a alguien se le ocurre pensar que es que están dentro de una producción costosa, que son “parte de un todo”, más costoso es perdernos la gran parte de lo que Maggie y Luis han hecho en su vida artística, lo que hubieran aportado a la formación del buen gusto de los jóvenes cubanos y la satisfacción espiritual proporcionada, ya que “no solo de pan vive el hombre”.

Es verdad que el propio Luis Nodal tuvo que cerrar un teatro en Miami por la hostilidad de elementos extremistas, es verdad que la atmósfera que se respira allí llega a los límites insospechados de acusar de “comunistas y castristas” a los artistas que por diversas razones ponen un pie en la Florida y declaran que no desean quedarse a vivir allí, pero también es verdad que el primer acto de buena voluntad debe partir desde aquí, porque es la tierra que vio nacer a muchos artistas que emigraron hace ya muchos años, y a pesar de todas las trabas e incomprensiones por las que han tenido que pasar, muchas de ellas nacidas de interpretaciones personales de personeros nuestros en el exterior, nunca se han prestado para campañas políticas, nunca han atacado a su país, en fin, nunca han “aullado” como Carlucho y su Pandilla.

Estamos a punto de comenzar a razonar sobre prohibiciones absurdas, ojalá la de convertir en “traidores” a los que un día quisieron probar hasta dónde podían llegar con sus dotes artísticas, y como Maggie y Luis demostraron que podían jugar y ganar “en las grandes ligas de la música”, cese. Ojalá que ellos, y los que como ellos siempre han actuado y pensado con el corazón y no con el bolsillo, puedan regresar a actuar en su país, puedan ser vistos y escuchados. Eso sería más efectivo que Mil Reuniones sobre y con la Diáspora. Sería el triunfo de la razón y sería sobre todo, lo mejor que le pudiera pasar a los que nos hemos perdido tanto tiempo a tan buena música, a los que nos ha faltado en los oídos y en los sentimientos, las voces de Maggie y Luis.

jueves, 30 de octubre de 2008

Celebra La guayabera su primer año de vida

Manuel Echevarría Gómez
Un grupo de entusiastas espirituanos, profesionales de diferentes sectores, debutaron el mes de octubre del pasado año como gestores del Proyecto de Reanimación Cultural Día de la Guayabera.
Ha transcurrido un año desde aquel acontecimiento y La Guayabera -bajo cuyo rótulo los lugareños identifican lo que viene sucediendo los terceros viernes y sábados de cada mes- ha demostrado contra todos los pronósticos que su equipo de realización conserva el ánimo y la postura pese a los obstáculos que imponen las carencias materiales impuestos por el bloqueo de EE.UU. a Cuba.
A estas alturas, cuando la criatura está por completar su primer año de vida, los programas concebidos para cada entrega permitieron a los espirituanos disfrutar de puestas en escena de lujo llegadas de la capital, amén de grupos musicales y cantantes de indiscutible relieve en la cultura nacional.
En todo ese tiempo, el proyecto logró involucrar a las instituciones culturales de la ciudad, sobre todo al Consejo Provincial de las Artes Escénicas con sus grupos, que ofrecieron funciones por primera vez en diferentes barriadas; propició además un espacio de reflexión sobre la vida cultural en Sancti Spíritus; también por vez primera hubo venta de artesanía y presentación de tríos en el bulevar, además de muestras patrimoniales o de artistas de la plástica y recitales de poesía.
Surgieron ideas felices como el Caro Bar, con su anfitriona Lourdes Caro; la peña de la Historiadora de la Ciudad y los encuentros en el barrio de Jesús María (Cabildo de Santa Bárbara); los conciertos de la banda de música y los roqueros en el parque central; un simposio sobre diversidad sexual y homofobia, acercamientos a las entidades que previenen las ITS/VIH SIDA; conferencias con personalidades invitadas, un ciber café y otras opciones.
A todo este aval de programación se unen las donaciones de guayaberas que pertenecieron a personalidades de la nación, entre ellas al General de Ejército Raúl Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, que pasarán a formar parte del patrimonio de la ciudad.
Algo que deben conocer los destinatarios del proyecto y los propios especialistas que se cuestionan su vigencia fui a buscarlo en la opinión autorizada de Ana Leese Brizuela, su asesora y consultora de la UNESCO en Cuba, quien aclara que hasta la fecha sólo se han realizado acciones culturales para reanimar, proporcionar espacios y vínculos con el universo poblacional de los Consejos Populares de Jesús María y Colón; pero que la segunda fase conlleva la búsqueda de integración de todas estas personas en la solución de problemas de la comunidad para darle un valor social e incluso generar fuentes de empleo y desarrollo de capacidades.
Para dar cabida a ese empeño quedó listo con lujo de detalles un prospecto que estipula la creación de la Casa de la Guayabera, proyecto definitivo llamado a convertirse en institución cultural, mientras que el Día de la Guayabera pasaría a ser uno de sus subproyectos.
El Proyecto arriba a su primer año de vida y lo celebra del 23 al 26 próximos con una abultada agenda que incluye un coloquio en el Museo de Arte Colonial, donde se debatirá la vigencia de las tradiciones en la cultura local, amén de una mesa redonda que colocará al propio proyecto sobre las coordenadas del diálogo.
Una muestra de Artes Plásticas debida a los artistas Aliosha Díaz y Rafael González abrirá las puertas de la celebración en la galería El Paso; también será presentado el libro Yo tengo la historia, del escritor y periodista Ciro Bianchi Ross, promotor de La Guayabera en la capital del país, y se producirá un nuevo encuentro de los cronistas Gaspar Marrero y Delvis Sarduy en el patio del Sectorial de Cultura en su peña titulada Noche de la nota oculta.
En la mañana del sábado 23, La guayabera se traslada al barrio con las brigadas artísticas que conforman el Contingente Cultural Juan Marinello y presentaciones en los Repartos Kilo-12, 26 de julio, Escribano, Olivos III y Jesús María.
Otras muchas acciones que colman habitualmente el tercer fin de semana de cada mes, como el Caro Bar y las tertulias literarias, serán reactivadas; en la noche del 24 está previsto el concierto del pianista espirituano Miguel Bonachea y sus invitados en la galería de arte para cerrar con broche de oro el primer cumpleaños del proyecto que tan gratas impresiones ha despertado entre los espirituanos.

Embajadores de buena voluntad


Manuel Echevarría Gómez
El proyecto de reanimación cultural Día de La Guayabera, que ya cursa por su oncena edición mensual, ha tenido en el periodista y escritor Ciro Bianchi y su esposa, Mayra Gómez, un derrotero de repercusiones inimaginables en la capital del país habida cuenta de la labor que ellos mantienen lozana desde los inicios mismos de la propuesta. En su más reciente visita a Sancti Spíritus les entregué un manojo de preguntas y las respuestas vía correo electrónico han sido tan elocuentes que la entrevista no necesita más circunloquios.
Periodista: ¿Qué corrientes de empatía afectiva o sentimental vinculan a Ciro y Mayra con el proyecto Día de La Guayabera?
Ciro: Mayra es espirituana, de Cabaiguán, y yo siempre he sentido gran atracción y cariño por Sancti Spíritus. En mis tiempos de reportero, cuando recorría la isla de punta a cabo, me gustaba mucho trabajar en ese territorio por la excelente atención que recibía. Por otra parte, conocimos del proyecto desde que comenzó a gestarse, por lo que de alguna manera somos también, modestamente, pioneros de ese propósito.
P: ¿Cómo surgió la idea de reunir guayaberas pertenecientes a personalidades de la cultura y la política?
Mayra: Cuando en octubre del año pasado se celebró la primera jornada del proyecto, el Museo Provincial recibió, donada por sus familiares, una guayabera del doctor Raúl Martínez Torres, figura querida y recordada en la ciudad como médico y por su trabajo en el sector de la Cultura posterior a 1959. Fue entonces que comenté con Ciro la idea de que la proyectada Casa de la Guayabera contara con un salón donde se exhibieran prendas de cubanos ilustres, idea muy bien acogida por los promotores principales del proyecto, y ya de vuelta a La Habana comenzamos a trabajar.
P: ¿Cómo han podido conciliar las donaciones de tantas figuras descollantes de la sociedad cubana actual?
C: Pidiéndoselas. Mayra es experta en eso. Es importante decir que la mayor parte ya conocía el proyecto y eso dice mucho de la significación que ha ido tomando.
P: ¿Qué importancia le confieren a estas prendas que ustedes han gestionado y van entregando al patrimonio del pueblo espirituano?
M: Pienso que Ciro y yo estamos contribuyendo a que Sancti Spíritus tenga un patrimonio único, no repetido en otra parte del país, ni siquiera en la capital. Intuyo que hay gente aquí que se lamenta de haber dejado escapar un proyecto como ese.
P: Una anécdota proverbial a la hora de conseguir una guayabera.
C: Cabría aludir aquí a las guayaberas de Raúl y Vilma. El Presidente Raúl Castro dijo que no quería donar una guayabera cualquiera, sino una que tuviese un valor añadido, bien por las circunstancias en que la usó o por la significación que tuviera para él y terminó donando dos guayaberas que Vilma le diseñó y regaló por un día de su cumpleaños.
P: ¿Sienten que su desinteresado aporte al proyecto les prodiga el reconocimiento que merecen?
M: Ciro se siente muy orgulloso del Escudo que le otorgó la ciudad; lo tiene en un lugar bien visible de la casa y lo muestra a todos los que nos visitan. Yo puedo decir lo mismo de la distinción de Hija Ilustre que me concedió la Asamblea Municipal. Pero déjeme decirle algo: no trabajamos porque se nos reconozca, nuestra recompensa es el solo hecho de poder hacerlo.
P: ¿Cómo valoran la responsabilidad que les compete como embajadores en la capital del país de un proyecto provinciano en lo concerniente a gestión, trasiego y entrega de las guayaberas?
C: Un proyecto de provincia no es forzosamente un proyecto provinciano. Este no lo es. El Día de La Guayabera en su intención y propósito es un empeño eminentemente nacional que se realiza en Sancti Spíritus, y que, por lo que la guayabera tiene de cubana, podría vincular a compatriotas que residen en el exterior. Es un proyecto que ya llama la atención en La Habana y empieza a repercutir fuera de Cuba. Por otra parte, a raíz de su primera jornada se celebró en La Habana un coloquio sobre la prenda y ya hay hasta gente que, incapaces de negar que la guayabera naciera en Sancti Spíritus, trataron al menos de adjudicarse las innovaciones que sufrió a lo largo del tiempo. Hasta un desconocido Rey de la Guayabera ha aparecido de improviso en La Habana, como si no se supiera que el espirituano Ramón Puig es el genuino monarca, y a él se deben las más vistosas guayaberas y sus mayores innovaciones.
P: ¿Ciro y Mayra usan guayaberas?
M: Yo usé un juego de pantalón y camisa que mi madre confeccionó inspirado en la guayabera. Ciro la usa en las ocasiones que lo merecen; como la prenda elegante que es. Por cierto, el uso de la guayabera es cada vez mayor dentro del sector diplomático acreditado en Cuba y las autoridades cubanas.
P: ¿Qué les parece el proyecto? ¿Dónde se pudieran localizar sus lunares?
C: Carlos Figueroa y Elena Farfán, al frente de un equipo de entusiastas, acometen cada mes una tarea titánica. Pese a dificultades y contratiempos, ellos han sabido llevar a la realidad un proyecto ambicioso, que no puede perderse. Falta más apoyo, más repercusión, más resonancia. Urge crear, sin dilación, la Casa de la Guayabera como centro de investigaciones socioculturales. Dicho centro podría ubicarse en la casa natal del Mayor General José Miguel Gómez, combatiente de las tres guerras de Independencia y Presidente de la nación, un hombre con un claro y fuerte ideal antiimperialista que fue quien introdujo en La Habana la guayabera espirituana y enseñó a usarla. Convendría tal vez la creación de un Día nacional de la guayabera.
Las guayaberas entregadas hasta la fecha al patrimonio local pertenecieron a: Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros; Vilma Espín, heroína de la Sierra; los vicepresidentes del Consejo de Estado Juan Almeida Bosque y José Ramón Fernández; las heroínas del Moncada Melba Hernández y Haydée Santamaría (un rebozo); el poeta Roberto Fernández Retamar, director de Casa de las Américas; Harold Gramatges, músico eminente; Miguel Barnet, escritor y presidente de la UNEAC; Pastorita Núñez, legendaria directora del Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda al triunfo de la Revolución, y Evelio Rodríguez Plaza, compositor espirituano de un tema dedicado a la guayabera.

SALVADOR ALLENDE USABA GUAYABERA

Adelanto de “Allende en persona”, el libro póstumo de Miguel Labarca
Por Miguel Labarca Labarca
Nueve meses después de que el libro “Salvador Allende, Biografía Sentimental” , de Eduardo Labarca, sorprendiera a seguidores y detractores del ex Presidente –no sin que más de alguno de los primeros se escandalizara-, el escritor y sus hermanos anuncian el rescate de la obra perdida de su padre, Miguel. Quien fuera estrecho colaborador del Jefe de Estado dejó tras su muerte la maqueta de una “rica descripción de la personalidad de Salvador Allende, su forma de ver la vida y la experiencia del trabajo con él”. La familia Labarca ha autorizado a CIPER para publicar como adelanto uno de los capítulos del libro, que cuenta dos desconocidas anécdotas del ex Mandatario.
“Hace algunos meses, al ordenar algunos efectos que habían pertenecido a nuestra madre, apareció una caja negra de cartón que no habíamos abierto. Estaba repleta de hojas de papel cebolla ajadas y amarillentas. Era el libro. En realidad se trataba de copias bastante borrosas sacadas con papel carbón. Entre los renglones, en los márgenes y al dorso, abundaban las correcciones y agregados hechos por el autor con lápiz de grafito. Ordenar ese cuerpo fue tarea compleja”.
Así relatan los hermanos Eduardo, Miguel y Margarita Labarca Goddard cómo descubrieron una joya que habían estado buscando desde la muerte de su padre, Miguel Labarca, ocurrida en 1989. La historia de cómo los tres hijos del ex colaborador de Allende y de Lillian Goddard Álamos es interesante por sí sola. Por ello reproducimos acá dicho relato –que además incluye una reseña del autor-, que es a la vez la introducción del libro.
“Allende en persona” será publicado próximamente por la editorial Fondo de Cultura Económica, y en esta ocasión CIPER ofrece como adelanto el capítulo 29, titulado, “Dos guayaberas y una capa castellana”, que relata dos desconocidas anécdotas –ambas en el marco de la actividad política de esos años- protagonizadas por el ex Mandatario.
Dos guayaberas y una capa castellana
A alguna distancia, Allende daba físicamente la impresión de ser más pequeño que su real estatura, que superaba a la mediana. Hombros anchos y vigorosos, cuello fuerte y brazos recios y una caja torácica dilatada, imponían a su estampa el aire de un deportista eficiente, siempre en forma y sin exceso de kilogramos. Su actitud alerta y vivaz, no obstante una silueta un tanto cuadrada, aparecía subrayada por su modo de andar, en que la mano derecha hundida, por lo general en el bolsillo del pantalón, imprimía a sus desplazamientos, por la ligera inclinación del hombro, un leve balanceo casi provocativo que llamaría a meditar a cualquiera antes de osar hacerle objeto de una actitud agresiva.
La nota dura de su apariencia se esfumaba al observarle de cerca. Su rostro de piel clara, cuyos matices de cambiante colorido no disimulaban sus impresiones, se veía humanizado por la abundante cabellera ensortijada y obscura, con algunos visos rojizos al trasluz, insertada en una amplia frente de líneas correctas. Una mandíbula cuadrada, rubricada por una barbilla notoriamente breve y aguda, ocupaba el centro del trazo general de ese rostro. Sus anteojos de cristal grueso encajaban en una nariz aguileña atenuada, sobre una boca de línea cordial y predispuesta a la sonrisa, en la que un bigote breve y cano acentuaba su benevolencia.
Según alguien, que lo juzgaba devotamente desde una íntima adhesión femenina, Allende resultaba casi conmovedor desprovisto de sus anteojos. La cortedad de vista tan seria imprimía a su mirada el erratismo doloroso de quien tiene que vencer el desamparo para desenvolverse con normalidad. Deportista múltiple y conductor de automóviles con el placer de la velocidad, desarrolló una asombrosa precisión de reflejos, seguramente por una imposición del subconsciente, que compensaba la inferioridad visual de la que era víctima y que muy pocos observadores descubrían.
Antes de ser Presidente, por lo general prefería conducir personalmente su automóvil en las rutas, dirigiéndose con urgencia de un punto a otro del territorio a altas velocidades. Cuando tenía verdadera confianza con quien se sentaba a su lado, le advertía: “No te descuides. Fíjate bien en al camino: tú, pones los ojos; yo, las muñecas…”, con lo cual aludía a la habilidad que se le atribuía en política, de ser “la mejor muñeca del maquineo parlamentario”. El sistema de colaboración automovilística arrojó siempre excelentes resultados. Después de años y años de recorrer incesantemente miles de kilómetros en todo tipo de circunstancias, jamás tuvo un accidente mientras hacía de chofer.Al iniciarse el viaje, sus pasajeros se inquietaban cuando escuchaban las recomendaciones que daba al improvisado oficial de ruta. Pero una vez que apreciaban su manera de desenvolverse tras el manubrio, se creaba una atmósfera de tranquilidad. Además, solía rubricar su actitud afirmando: “¿Ven ustedes…? Para mala suerte de mis adversarios, soy inmortal…”
En el orden físico, como en todos los demás aspectos, personificaba el esfuerzo y la constancia. La madurez de la edad ennobleció sus rasgos y modales, dotando sus gestos de serenidad y atenuando las reacciones agresivas o desafiantes. Vestía cuidadosamente, pero deslizando un sello juvenil y aun de alegría de colores. No podía menos que reconocerse que, en las circunstancias y actos que lo requerían, hacía gala de una corrección hasta solemne en su presentación y comportamiento. En una ceremonia, se presentaba con la genuina dignidad cívica de la autoridad republicana.
Después de visitar reiteradamente Cuba, cobró devoción por la guayabera, ya que por naturaleza era sensible al calor. La adoptó sin reticencias para el verano. Su convencimiento de que se trataba de algo esencialmente lógico si la temperatura era ardiente, le hizo presidir algunas sesiones del Senado, cuando el aire acondicionado aún no se instalaba, en guayabera tropical. Salvo el secretario de la corporación, funcionario permanente que identificaba la respetabilidad parlamentaria con la gravedad vacua, nadie se indignó.
En general, en la vida diaria, usaba chaquetas de tipo deportivo, así como abrigos de cuero o chaquetones de paño grueso o jerseys amplios y cómodos. En muchos casos, una camisa de color, sin corbata, acentuaba su despreocupación aparente. Al principio, se consideró su falta de formalismo en la vestimenta como una afectación. Con el correr de los años, esta circunstancia pasó a ser connatural a su imagen, tanto más cuanto sabía distinguir con claridad las diferenciaciones impuestas por los convencionalismos razonables.
Después de visitar reiteradamente Cuba, cobró devoción por la guayabera, ya que por naturaleza era sensible al calor. La adoptó sin reticencias para el verano. Su convencimiento de que se trataba de algo esencialmente lógico si la temperatura era ardiente, le hizo presidir algunas sesiones del Senado, cuando el aire acondicionado aún no se instalaba, en guayabera tropical. Salvo el secretario de la corporación, funcionario permanente que identificaba la respetabilidad parlamentaria con la gravedad vacua, nadie se indignó.
La guayabera se difundió y el dueño de una gran tienda de artículos para hombre que mantenía excelentes relaciones con Allende, le pidió prestada una de las suyas para copiarla y producirla comercialmente. Al devolvérsela, el amigo le hizo llegar dos ejemplares de los producidos en sus talleres. El comerciante anunció que pondría la marca “Chicho” a sus guayaberas. Allende –que difícilmente perdía el buen humor– tomó el teléfono y manifestó al fabricante: “Temo que te vaya a ir mal con la venta de las guayaberas. Tu tienda es de lujo y sólo para ricos. La epidermis de tus clientes se va a erizar cuando se den cuenta del significado de la marca… Si quieres ganar dinero, fabrica un tipo popular y véndelas barato en las poblaciones. No te cobraré participación alguna”.
No se supo más de las guayaberas de la gran tienda, que al parecer no se llegaron a fabricar. Allende me regaló las dos muestras. Al poco tiempo llegó una factura con un precio sumamente alto por las guayaberas. El pago se hizo de inmediato.
Si el episodio de la guayabera amarga un poco la boca, otro, el de la capa española, demostró que los hombres abiertos de alma pueden desempeñar un papel positivo en las relaciones entre los Estados.
Una noche, cerca de las doce, concurrí a Tomás Moro a hablar con el Presidente acerca de un serio problema causado por la Corfo que me parecía urgente resolver. España había abierto sus fronteras desde antiguo al nitrato de Chile, nuestro abono natural, cuya empresa productora yo dirigía. El Presidente estaba ya enterado a grandes rasgos de ciertos tropiezos que habían surgido en las transacciones y ni siquiera interrumpió su partida de ajedrez. Me dijo: “Te encuentro toda la razón. España es un gran cliente para nosotros en materia de salitre. Nos otorga facilidades excepcionales, a pesar de contar con una buena industria para producir salitre sintético. Tenemos que cumplir el compromiso contraído y que yo he patrocinado. Hay que realizar la operación de la que me hablas, la cual, además de ser adecuada para Chile, implica reciprocidad hacia un país que nos trata bien, no obstante su posición política tan distinta. Por lo que me explicas, veo que en los obstáculos que han puesto a última hora algunos servicios chilenos hay un prejuicio político explicable, pero que yo no acepto”.“Resulta –respondí– que ya se ha comunicado la negativa a la Embajada de España y creo que se originará un problema personal para el embajador, quien se ha esmerado en buscar una solución conveniente, y una tirantez de fondo con el gobierno español”. “No te preocupes… yo arreglaré en el acto las cosas. El embajador, como buen español, debe acostarse tarde y me parece un hombre llano y muy cordial. Voy a telefonearle de inmediato”, dijo Allende.
Ante el insólito requerimiento, el telefonista de guardia de la casa presidencial le debe haber dicho algo sobre la hora, porque el Presidente insistió: “Échele, échele para adelante, no más…” La respuesta fue muy rápida. El señor embajador aún no se había retirado a sus habitaciones. El diálogo telefónico resultó cordial, pero breve. Se resolvió celebrar una entrevista de inmediato, aceptándose la proposición del Presidente de que yo fuera a buscar al diplomático a su residencia. Así se hizo. Durante el breve trayecto, nos abstuvimos de cambiar impresiones. Al llegar a la residencia de Tomás Moro nos aguardaba el Presidente en los jardines, arrebujado en su capa azul de médico chileno.
El desarrollo de la entrevista no tuvo complicaciones. Allende repitió más o menos lo mismo que antes me manifestara. El diplomático reaccionó con firmeza y claridad, lo que puso en evidencia que, por desgracia, no me había equivocado al apreciar las proyecciones adversas del cambio de frente chileno. La negativa de la Corfo, que acababa de comunicársele, significaba desentenderse de un convenio que se había logrado tras vencer obstáculos administrativos en Madrid y hacer frente a intereses españoles atendibles. Pero, en fin, todo se dio por superado, comprometiéndose el Presidente a impartir las órdenes de rigor en la mañana, y yo experimenté el tremendo alivio de saber que las 80 mil toneladas de salitre que España recibía, tendrían acceso al mercado.
La conversación se prolongó en un terreno de extrema simpatía y derivó hacia el tema de la capa que lucía Allende. El embajador aseveró que, sin ánimo de herir al Presidente, debía decirle que su capa no era digna de alguien de su categoría. En seguida, al apreciar el entusiasmo auténtico de Allende por el tema, el diplomático, buen psicólogo, explicó las características, preciosismos y secretos para iniciados que han de reunir las capas castellanas de prosapia.
El Presidente arguyó, algo desolado, que en la época de juventud de nuestra generación sólo vestían capa los poetas, entre ellos Neruda, que lo hacía en la bohemia santiaguina con especial autoridad. Allende explicó que posteriormente, en sus viajes por España, no había osado comprarse una por temor a parecer figurante de cine. El embajador replicó: “Presidente, permítame darme una satisfacción muy sincera. Tengo yo dos capas auténticas. Esta misma noche, cuando me mande a dejar, le haré llegar una”. En el clima de cordialidad que se había creado, habría sido impertinente rechazar. Una importante negociación había alcanzado una solución caballeresca que superaba los convencionalismos de la razón de Estado.

Baile de la guayabera, tradición rescatada en Pinar del Río

Elena Milián Salaberri (AIN)

El rescate del Baile de la Guayabera en un poblado perteneciente a esta localidad de la provincia de Pinar del Río, convierte nuevamente a esa fiesta danzaria en opción recreativa para el período veraniego.
Tras décadas sin celebrarse, la tradición recomenzó alrededor de 10 años atrás para alegría de los pobladores del Consejo Popular de Santa Cruz, donde los instructores de arte en la especialidad de mover talles y piernas, inician desde bien temprano el entrenamiento de las parejas concursantes en bailes cubanos.
Sin embargo, los competidores añaden otro desafío al del movimiento de sus cuerpos, es el diseño de las guayaberas para las camisas de los hombres, como es mas comúnmente vista, e incluso en los vestidos de las mujeres, ropas que demandan de gran arte en su confección dentro de la propia comunidad.

Usar la clásica prenda de vestir en mujeres y hombres da nombre al certamen, programado cada mes de agosto, ahora con la herencia de sus más antiguas memorias, remontadas a la década de los años 30 del sigloanterior.
En esta edición intervendrán unas 20 parejas, entre las cuales se premiarán, como ya es costumbre, las mejores coreografías y los más originales modelos en las versiones masculina y femenina, en tanto niñas y niños reiteran su disposición de intervenir en la festividad.
Cabe hacer historia sobre la guayabera, cubanismo surgido en 1885 a orillas del río Yayabo, donde sus vecinos de la villa de Trinidad en mofa transformaron el gentilicio hasta adjudicarse también a la camisa (yayabera), mas al rebotar hacia occidente de la Isla retomó su nombre definitivo: guayabera.Por tanto, historiadores de Pinar del Río valoran doblemente el rescate del baile, de hondas raíces populares, en un Consejo Popular de miles de pobladores, que antes de 1830 fuera cabecera del actual municipio de San Cristóbal, localizado entre sierras y cañaverales.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Alicia Alonso dona guayabera a museo cubano que gestiona una de Fidel Castro

LA HABANA, 24 Oct 2008 (AFP) - La leyenda cubana de la danza, Alicia Alonso, donó este viernes una guayabera femenina azul y con botonadura de plata a un museo cubano que atesora dos del presidente Raúl Castro y busca hacerse de la primera que usó en público su hermano Fidel, dijeron a la AFP los promotores del proyecto."Este traje con diseño inspirado en la guayabera cubana fue usado por mí en Cuba y en el extranjero y con mucho gusto lo hago llegar a ustedes", señala Alonso, de 87 años, en una carta dirigida a la "Casa de la Guayabera", de la provincia de Sancti Spíritus -350 km al este de La Habana-.La prenda de Alonso, también directora del Ballet Nacional de Cuba (BNC) que fundó en 1948, "es un vestido azul que llega hasta los tobillos, de mangas largas y botonadura de plata, que ella usó en múltiples giras internacionales", contó el periodista Ciro Bianchi, promotor junto con su esposa del museo.Según Bianchi, el museo tiene en su colección más de 20 guayaberas, entre ellas dos blancas y de mangas cortas de Raúl Castro, que donó su hija Mariela en mayo pasado, pero hace gestiones para obtener la primera que usó en público su hermano Fidel, durante la Cumbre Iberoamericana de Cartagena de Indias, en el 2000.
"Quisiéramos la guayabera de Cartagena, pues es la primera vez que (Fidel) se viste de civil en público y sale con una guayabera. Tenemos un retrato de Fidel en guayabera y hemos insistido en eso, no nos han dicho que sí, pero tampoco nos han dicho que no", dijo el periodista.La guayabera es una prenda de vestir, con mangas cortas o largas, adornada con alforzas verticales y, a veces, con bordados, y lleva bolsillos en la pechera y en los faldones.

El tesoro patrimonial de la tierra espirituana

Manuel Echevarría Gómez

La provincia de Sancti Spíritus cuenta con nueve monumentos nacionales, tres de ellos Patrimonio de la Humanidad, y 23 monumentos locales, incalculable tesoro amparado y protegido por la legislación vigente mediante la Comisión Provincial de Monumentos, que el 8 de septiembre arribó al aniversario 30 de su creación.
Los bienes naturales y culturales que tienen un excepcional valor universal se consideran Patrimonio de la Humanidad. Sancti Spíritus reúne en su demarcación tres de estos bienes, cuyo relieve excepcional fue reconocido por el Comité Intergubernamental del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO el 8 de diciembre de 1988. Nos estamos refiriendo al Centro Histórico Urbano, el Valle de los Ingenios y a la Torre Manaca Iznaga de la sureña villa trinitaria.
El Centro Histórico Urbano de Trinidad constituye uno de los conjuntos arquitectónicos más notables de América Latina, con un área que reúne 279 edificaciones del siglo XVIII, 729 del XIX y 199 del pasado siglo XX; todas caracterizadas por su tipología doméstica de hechura anónima y popular.
A mediados del siglo XIX Trinidad se detuvo en el tiempo al extinguirse el esplendor alcanzado en la centuria anterior, de manera que estas construcciones llegaron a nuestros días como fiel testimonio de aquel apogeo económico y social sin precedentes.
La Torre Manaca Iznaga de un antiguo ingenio azucarero trinitario está considerada, con sus 43,5 metros de altura y la elegancia arquitectónica de su diseño, la más hermosa de su tipo en el país. Mandada a construir por uno de los patricios trinitarios de la familia Iznaga Borrell, llamaba a los esclavos a las duras faenas en los cañaverales, servía de atalaya para conservar el orden en los extensos campos de caña del Valle de los Ingenios y contó además con un reloj mecánico en su último nivel.
El Valle de los Ingenios, sitio histórico natural ubicado en el centro sur de la isla a lo largo y ancho de 253 kilómetros cuadrados, fue transformado durante trescientos años en un típico sistema de plantación azucarera que trajo la riqueza a los hacendados trinitarios y un esplendor nunca antes conocido a la villa durante la primera mitad del siglo XIX.
La explotación intensiva de las tierras y la miopía de los hacendados lugareños para prever el desbalance económico trajeron consigo la crisis y la ruina para la villa, que había llegado a conseguir la categoría de tercera ciudad en importancia de la isla. Hoy el Valle de los Ingenios conserva para el patrimonio cultural edificado 73 sitios arqueológicos industriales con inestimable valor sobre la industria azucarera de la época colonial.
Los monumentos nacionales designan toda construcción, sitio u objeto, que por su carácter excepcional merezca ser conservado y sea declarado como tal por la Comisión Nacional de Monumentos.
El puente sobre el río Yayabo, concluido en 1831 gracias al aporte de los vecinos de la Villa del Espíritu Santo, único de su tipo en el país con cinco arcadas monumentales y una solidez sorprendente que lo mantiene erguido hasta nuestros días, mereció la condición de Monumento Nacional el 21 de febrero de 1995.
La Iglesia Parroquial Mayor, otras de las joyas de la villa espirituana, terminada en 1680, y la más antigua construcción fechada en la ciudad, figura también en el registro del Patrimonio Nacional con su estilo mudéjar, su nave central y su torre campanario de tres cuerpos, características que la definen como una pieza de valores singulares en el concierto de la arquitectura religiosa cubana. Monumentos Nacionales son también en la jurisdicción espirituana, merced a sus valores patrimoniales, el Centro Histórico Urbano de la villa de Sancti Spíritus y los sitios: Caballete de Casa, donde el Che levantó el campamento de la Columna No. 8 luego de su llegada a la Sierra del Escambray; el Paso de las Damas, lugar donde cayera en combate el Mayor General Serafín Sánchez Valdivia, paladín de las tres guerras de independencia y El Frente Norte de Las Villas, donde las tropas rebeldes dirigidas por Camilo Cienfuegos desplegaron la guerra a finales de 1958.
La provincia de Sancti Spíritus cuenta con 23 Monumentos Locales que merecen ser conservados y protegidos atendiendo a su interés para la historia y la cultura de la localidad en cuestión.
Sería muy largo reseñar cada uno de estos enclaves; baste señalar para tener una idea de su trascendencia varias cuevas que guardan testimonios gráficos del arte rupestre aborigen, la Real Cárcel de Sancti Spíritus, la Casa Natal del Mayor General Serafín Sánchez Valdivia, el batey del antiguo central Narcisa en Yaguajay y el sitio histórico Protesta de Jarao.
Con toda esta riqueza patrimonial Sancti Spíritus se ubica entre los territorios del país en que la identidad tiene mucha tela por donde cortar y se encuentra debidamente protegida por una Comisión Provincial multidisciplinaria que promuevae la conservación y corrige cualquier signo contrario a lo estipulado por las normativas vigentes.

Orígenes culturales de Sancti Spíritus

Por Manuel Echevarría Gómez
Al centro de la geografía insular se ubica Sancti Spíritus, tierra de historias y leyendas que acoge en su demarcación dos de las primeras villas fundadas por el adelantado don Diego Velázquez en 1514.
Cuatrocientos noventa y tres años la han dotado de una incalculable riqueza arquitectónica, musical, literaria y artística, cuyos orígenes nos conducen a los prolegómenos de la identidad.
La cultura musical espirituana adquiere su relieve excepcional en el contexto de la nación gracias a las peculiaridades que confluyen en esta zona del centro de la isla.
La trova debe su peculiar arraigo y trascendencia al influjo de la clave, las tonadas y los puntos yayaberos, que forman parte del fenómeno trovadoresco de la región y tienen una raíz hispánica.
El cancionero tradicional espirituano es fácilmente identificable en autores antológicos como Rafael Gómez (Teofilito), Miguel Companioni, Manolo Gallo y Rafael Rodríguez, entre otros trovadores de reconocido prestigio que dejaron junto a Juan Echemendía las primeras huellas de la identidad en nuestro acervo.
Es Sancti Spíritus cuna de tríos alentadores del mejor legado de la trova y tributarios de una galería de nombres que hicieron época en las noches de serenata y guardan el secreto de la inspiración genuina en el pulso de las cuerdas y el torrente de las voces.
Baste mencionar al legendario trío Miraflores, heredero de la savia que conserva intacto el espíritu de la vieja trova, que es hoy un baluarte de la cultura espirituana por la riqueza de su repertorio y la fidelidad al espíritu de los fundadores.
En materia de artes plásticas Sancti Spíritus se enorgullece con la paternidad de figuras imprescindibles como Amelia Peláez del Casal, que abrió con su obra los cauces de lo moderno en la pintura cubana.
También acuden a la memoria agradecida nombres como el de Oscar Fernández Morera, considerado el primer y más prolijo de los pintores espirituanos.
La provincia cuenta con un sólido movimiento de artesanos que ponen de relieve la artesanía y la alfarería trinitarias, los tejidos con fibras para la confección de sombreros, jabas y objetos ornamentales, y las variantes de añeja tradición heredadas de nuestras abuelas que distinguen el frivolité, la randa y el crochet.

La colonización española introdujo la cultura negra en esta parte de la isla, componente esencial del ajíaco que caracteriza nuestro patrimonio en los municipios de Sancti Spíritus, Trinidad y Yaguajay.
Trinidad es la máxima expresión de la raíz afro en la cultura espirituana con su cabildo de los Congos Reales, los ritos, la música y la expresión danzaria en sus grupos folclóricos con giros melódicos e interpretativos que tienen como patrón a la herencia africana.
En el ámbito literario Sancti Spíritus atesora una pléyade de escritores que ya son historia y cultivaron con acierto la décima.
Habría que mencionar para hacer justicia a los poetas de la espinela José Mariscal Grandales, el Solitario del Llano, y a sus coterráneos Luis Compte Cruz y Bernardo Amador Yunes.
La décima constituye el basamento literario y melódico del punto y las tonadas yayaberas, interpretados por nuestras parrandas campesinas, que tienen en Arroyo Blanco un manera de entonar considerada por los estudiosos de la música como la célula original del punto cubano.
La tradición festiva más importante, dinámica y antigua de la región espirituana es el Santiago, traída por los colonizadores procedentes de Santiago de Compostela, que originalmente tuvo un origen religioso y devino festejo popular potenciado a lo largo de tres siglos por un amplio espectro de expresiones que incluyen arrolladeras, comparsas, carrozas, disfraces, bebidas, calles engalanadas y venta de fiambres.
Otras festividades importantes originarias del territorio y que aún se celebran en los municipios son el San Juan Trinitario, los changüises de Guayos y las parrandas de Zaza del Medio y Yaguajay; las fiestas de san Antonio Abad del Jíbaro en la Sierpe; el San José de Arroyo Blanco en Jatibonico y el San Sebastián del asno en Fomento.

La Radio y sus siete vidas

Por Lázaro Sarmiento

Ahora mismo, a más de 15 mil 500 millones de Kilómetros de la Tierra, una nave espacial lleva a bordo un conjunto de grabaciones de nuestro planeta: el canto de las ballenas, una partitura de Mozart, la música de los Beatles, el llanto de un bebé... Si mañana, los extraterrestres hicieran contacto con esa embajada tecnológica tendrían en sus manos, antenitas o ventosas, algo muy parecido a un programa de radio.

Entre tanto, cada noche astrónomos en diferentes observatorios de la Tierra tienen la esperanza de escuchar mensajes originados en lejanos puntos de la galaxia. En las cabinas de sus potentes radiotelescopios ellos esperan esas señales tal vez con la misma emoción con la que nuestros abuelos aguardaban las voces de novelas de María Valero, Carlos Badías y Xiomara Fernández.

La radio parece tener siete vidas como los gatos. Lo demostró cuando la televisión, el video casero, los discos compactos, el DVD, las computadoras, Internet y los archivos MP3 entraron en la vida cotidiana de la gente. Este medio ha tenido suficiente astucia para adaptarse al vértigo de montaña rusa de las nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. Encontró una convivencia que le ha garantizado hasta ahora una respetable cuota de poder mediático.

NO HAY QUE PARECER PEDANTES

1979: El grupo británico Buggles canta una canción donde el video mata a la estrella de la radio. El tema musical se equivocó. 1993: Surge Internet Talk Radio y desde entonces las radio online se multiplican por miles. Avanzan la digitalización y ya algunos países han fijado una fecha para el fin de las transmisiones analógicas. En el baile participan los satélites con sus estaciones a la carta, y más recientemente los podcasting, que superan en todo el planeta, calculadas en torno a las 44 mil. Y desde su entrada en el mercado en octubre de 2001, los iPod no cesan de influir en las audiencias de la radio, principalmente en los jóvenes.

Pero no parezcamos pedantes. Estos datos, fáciles de encontrar en Internet, constituyen solo la parte más glamourosa de una realidad cuyas aristas comienzan a ser visibles en nuestro entorno. A la par, una buena parte del mundo permanece al margen, o retrasado, de muchos de los beneficios que reportan estas tecnologías. La humilde radio comunitaria, acosada en ocasiones por grandes cadenas comerciales, aún tiene por delante una tarea valiosa. También la radio tradicional con sus formatos de toda la vida seguirá siendo por largo tiempo un medio buscado por cientos de millones de personas.

AL ENCUENTRO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS


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Más de un millón de cubanos se graduaron en cursos de computación y electrónica en los últimos veinte años en los Joven Club de Computación Dos millones 482 mil 861 estudiantes utilizaban computadoras. Y en casi todas las escuelas hay máquinas. Hay que sumar las instaladas en los hogares y en numerosas instituciones como el Ministerio de Salud Pública, muchas conectadas a la Red. El fenómeno incluye a los equipos reproductores de audio e imagen, los videojuegos y el intercambio de soportes.

El creciente número de cubanos que manejan una considerable cantidad de información los convierten en oyentes más exigentes. La experiencia con medios digitales influye en la manera en que las jóvenes audiencias se relacionan con la radio. Si de nuevas formase habla en la radio cubana, suponemos que éstas tienen que tener en cuenta al destinatario familiarizado con las Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones.

LO APARENTEMENTE SENCILLO

Ya hay canciones que se hacen populares sin llegar a los programas de radio. La gente dice “este tema musical está sonando por ahí”, y este modesto adverbio de lugar abarca toda una gama de canales: desde la bocina del vecino, los amplificadores de la discoteca, las reproductoras de los vehículos y los minúsculos auriculares del MP3

El acceso a equipos de audio y video y formatos multimedia permite una independencia de la radio y la televisión imposible de imaginar hace diez o quince años. Estas ventajas para un significativo número de personas representan un desafío para creadores y ejecutivos de la radio y establecen las reglas para una competencia saludable.

Los especialistas insisten: “Las innovaciones han dado paso a nuevos formatos mediáticos con nuevos modelos de difusión, consumo y uso de información. Las demarcaciones tradicionales entre público e instituciones mediáticas se entrecruzan”.

Lo aparentemente sencillo no lo es. Para mantener el ritmo de la vida hay que continuar rediseñando esquemas de programación, dinamitar conceptos dinosauricos y profundizar en la diferenciación de perfiles.

Poner el acento cuando sea necesario en la especialización temática. Analizar cómo la experiencia compartida por medios digitales influye en lo que sabemos y en la manera de cómo lo sabemos.

Convertir los destinatarios pasivos en oyentes activos .Aumentar los espacios de participación con multiplicidad de criterios - mejorar la calidad y recepción de la información.

Utilizar el espíritu competitivo para estimular la creación.



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Dejar de sobrevalorar el dato referido al número de temas transmitidos y campañas desarrolladas, y valorar el grado de recepción de los mensajes para no correr el riesgo de hacer una radio al gusto de realizadores y programadores.

Olvidarse de ciertas camisas de fuerza y permitir que los géneros se mezclen - diseñar formatos más dinámicos y entretenidos.

Elaborar una estrategia musical coherente y eficaz, respetuosa con el gusto paro audaz en la intencionalidad. - y –sobre todo- conquistar una mayor cantidad de jóvenes a través de formatos y contenidos que los representen en su diversidad.

LANZAR LA FLECHA Y DAR EN EL BLANCO

No basta con lanzar la flecha. Lo importante es que se clave en el receptor. La radio cubana tiene otro desafío que engloba a los ya citados: que el ritmo de la vida no se quede en la frase retórica. Hacen falta más programas de música especializada y variada, de ciencia, tecnología y medioambiente, y que abordan nuestros deberes como ciudadanos de una pequeña comunidad, un país y un planeta. Por suerte, aquí no existen dramas radiofónicos con jovencitas pobres soñando con el Príncipe azul de melena rubia que las suban a un Ferrari. Tampoco sufrimos la fórmula extendida en las estaciones de más de medio mundo de “música-noticias-tandas comerciales”. No abundan las tertulias basadas en los latidos más frívolos del corazón y las noticias ligth. Y no caigamos en la trampa de la nostalgia. Muy difícil que vuelvan a producirse las audiencias de Cumbres Borrascosas, El Derecho de nacer o Nocturno. Los códigos son otros. Ahora los jóvenes oyen las radionovelas con un mundo de referencias diferentes. Los niños de hoy ya no escuchan los cuentos de “Había una vez” como se contaban hace tres décadas. Su percepción cambió.

EL FUTURO

Mientras en otras esquinas del planeta se piensa en públicos robotizados, en Cuba se busca audiencias a las que la radio proporcione herramientas para disfrutar mejor una obra de teatro, una película o comprender el origen de las especies. Pudiera ser que este empeño genere un perfil de oyentes cada día con menos tiempo para escuchar la radio. Si es así, habrá valido la pena. Y si en otros lugares del Universo seres extraterrestres monitorean las transmisiones de la Tierra, sería deseable que no fuera el spot de una MacDonald ‘s el sonido que captaran sus radiotelescopios. Hay que apostar por el mensaje inteligente.

La guayabera (II y final)

Se dice que fue el presidente Carlos Mendieta (enero, 1934-diciembre, 1935) quien concedió a la guayabera la condición de prenda nacional. No se conoce, sin embargo, el documento que lo acredita. Nadie declaró baile nacional al danzón, pues el proyecto de ley que así lo proclamaría de manera oficial, me dice el musicógrafo Gaspar Marrero, por una razón o por otra, nunca llegó al Parlamento. Eso no fue obstáculo para que el danzón retuviera un título que ya, con justeza, le habían otorgado los bailadores. Con la guayabera debe haber sucedido lo mismo. A falta de documento público que la respaldara, tal vez fueron los mismos que la vestían los se empeñaron en reconocer la cubanía de aquella camisa fresca, decorosa, elegante, transparente.
ENTRA EN PALACIO
Ya en los años 40 de la pasada centuria la guayabera empieza a generalizarse e imponerse en La Habana. Se usa mucho para asistir a las academias de baile y se complementa con un lazo de mariposa. Cobra fuerza gracias al Partido Auténtico. La política nacionalista de esa organización pone de relieve todo lo genuinamente cubano. Con el doctor Ramón Grau San Martín la guayabera entra en Palacio.
En junio de 1947, el escritor guatemalteco Manuel Galich, entonces magistrado de la Junta Electoral de su país, viene a La Habana con la misión secreta del presidente Juan José Arévalo de entregar un mensaje y una gruesa suma de dinero al movimiento que aquí se preparaba para derrocar al sátrapa dominicano Rafael Leónidas Trujillo; la famosa y frustrada expedición de cayo Confites. Como el brazo de Trujillo era largo y muy hábil su aparato de espionaje, Arévalo advierte a Galich que extreme las precauciones y no haga pública su presencia en la capital cubana hasta no haber cumplido su tarea. Se instalaría en un hotel discreto, no abordaría vehículo alguno, evitaría conversar con desconocidos y, memorizando el mapa de la ciudad, llegaría a pie a la casa de Malecón cerca de Prado, donde vivía el parlamentario Enrique Cotubanana Henríquez, dominicano de nacimiento y uno de los jefes del movimiento antitrujillista. “Para que mi ropa no me singularizara entre los peatones comunes y corrientes, escribe Galich, incluso fui provisto de una guayabera”.
El senador Eduardo Chibás la usó muchísimo. Cuando en la sala de armas del Capitolio se bate a sable, el 13 de junio de 1947, con el también senador y ministro Carlos Prío, Chibás se presenta al lance con guayabera y pantalones blancos, mientras que su rival lo hace con pantalón gris y chaqueta azul. Chibás viste también de guayabera el 4 de junio de 1949 cuando, indultado, sale a las doce de la noche del Castillo del Príncipe, donde guardó prisión por denunciar el alza de las tarifas eléctricas. Por cierto, mientras se prepara en su celda para la salida, pide a su secretaria, Conchita Fernández, que vaya a su casa y le traiga un par de calcetines que le combinen con la corbata de lazo que piensa ponerse. Una multitud fervorosa y entusiasta de militantes ortodoxos aguardaba por Chibás en la esquina de Carlos III y Zapata y fue tan efusiva la acogida que le dispensó que aquella guayabera quedó hecha jirones.
También usó guayabera el joven abogado Fidel Castro. En la galería de las figuras más destacadas del año 53 que publicó la revista Bohemia a comienzos del año siguiente, el caricaturista Juan David presenta a Fidel en guayabera. Volvería a usarla el Comandante en Jefe en ocasión de la Cumbre Iberoamericana de Cartagena de Indias, Colombia. Fue una sorpresa para los que seguían a través de la TV la apertura de aquella cita. Pero no lo fue menos para los que acompañaban a la delegación de alto nivel. El fotógrafo Liborio Noval contó a este escribidor que cuando por los altavoces anunciaron la llegada del presidente cubano, buscó con el teleobjetivo su figura enfundada en el mítico uniforme verde olivo de siempre y vio en la distancia un punto blanco en quien identificó a Fidel. Después de tantos años de uniforme, el Comandante escogía la cubanísima guayabera para su primera aparición pública en traje de paisano.
USO Y ABUSO
Si Grau hace de la guayabera una especie de traje de corte, Prío, su sucesor y discípulo, no siente por ella el mismo aprecio. Le parece poco apropiada para ciertos actos protocolares, la saca del tercer piso de Palacio, donde radicaban las habitaciones privadas del presidente, y la destierra de los eventos oficiales. Pero ya la guayabera se había apoderado de las vitrinas de las mejores tiendas y conquistaba espacio en los anuncios comerciales. A esas alturas, la capital era un inmenso almacén de guayaberas que amenazaba desplazar cualquier otro estilo de traje varonil, algo que no tenía antecedentes históricos ni tradición y tan serio y grave que alteraba hasta nuestros modos de vivir, decía en 1948 Isabel Fernández de Amado Blanco.
Eso motivó que las señoras del Lyceum Lawn Tennis Club, del Vedado, convocaran a un ciclo de conferencias sobre el uso y abuso de la guayabera, tema que en cuatro jueves sucesivos abordaron Rafael Suárez Solís, Herminia del Portal, Francisco Ichaso y la propia Isabel de Amado Blanco. Todos le hicieron reparos a la guayabera, pero ninguno se le opuso de frente. Para don Rafael, era correcto que el ministro de Obras Públicas inspeccionase en guayabera los proyectos que ejecutaba su departamento, pero le causaba horror ver a un enguayaberado ministro de Educación someter a los estudiantes al sol de junio y al fango de una oratoria sudada como la camiseta de un estibador. Para ese infatigable periodista, la guayabera tenía sus momentos y sus horas. A su juicio podía usarse sin reserva como uniforme de trabajo y siempre hasta las seis de la tarde, hora en que podía disponerse su envío al tren de lavado.
Para Ichaso, la guayabera no pasaba de un traje regional, que tenía por tanto carácter de disfraz fuera del ámbito en que se creó. Precisaba: “Cuando la persona quiere estar vestida, en el sentido pleno de esta palabra, acude al ropero universal, no a la guardarropía local. El hombre de la ciudad, cuando se viste a la moda de su región, sabe que se aparta de los usos urbanos y que ese apartamento solo puede ser transitorio. Si se convierte en definitivo, es que el hombre ha desertado de la ciudad”. Añadía que entre la guayabera y el traje media la misma distancia que entre la sabrosura y la civilización, y concluía que en ocasiones no queda otro remedio que sudar el privilegio de no ser salvajes.
El clima, aseveraron los disertantes del Lyceum, no justificaba el abuso que se hacía de la guayabera. Ni tampoco su precio porque era una prenda cara. Tenía que ser de hilo del mejor y su confección exigía de costureras experimentadas. Durante años se confeccionaron a la medida y la necesidad de confiar su cuidado a buenas planchadoras encarecía su costo. A fines de los años 40, y después, una buena guayabera valía tanto como un traje barato. En 1953, en la sastrería El Gallo, de La Habana, el precio de una guayabera de bramante de hilo puro era de doce pesos, en tanto que un traje cruzado o natural de celanese, en blanco o en colores, con dos pantalones, importaba 38; 35 un traje de frescolana, también con dos pantalones, y casi diez pesos un pantalón de ese tejido. Seis años antes, esto es, en 1947, en la tienda El Arte, de Reina, 61, en la capital, se podía comprar por 35 pesos un traje de dril 100, y por 30, uno de crah de lino.
Hoy, esas cifras parecerán ridículas. No se olvide, sin embargo, que hasta 1952, el salario mínimo en Cuba era de 46 pesos mensuales. Y que todavía a fines de esa década el salario de una maestra normalista en una escuela privada, por solo poner un ejemplo, no pasaba de 40.
SE ABARATA
Parecía la guayabera haber ganado ya terreno suficiente cuando, en 1955, una disposición de la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo la sacó de los juzgados. Magistrados, jueces, fiscales ni abogados defensores podían concurrir a sus tareas si no lo hacían con cuello y corbata.
Es por esa época –fines de los 50- que la guayabera se abarata. No es ya solo de hilo; podía ser de algodón. Su hechura se simplifica. Deja de ser blanca, la manga no siempre es larga y los habituales botones de nácar pasan a ser corrientes.
Triunfa la Revolución y la guayabera se repliega hasta desaparecer. Para algunos era símbolo de una época superada de politiqueros y manengues. El país sufre agresiones económicas, sabotajes, invasiones y actos terroristas y padece carencias de todo tipo. Hay movilizaciones constantes. Lo mismo se convoca a un trabajo productivo que a un entrenamiento militar. El uniforme de las Milicias Nacionales parece resultar válido no solo para cumplir con las exigencias de ese cuerpo popular armado, sino para todas las tareas cotidianas, e incluso para asistir a ceremonias tan solemnes como una boda o un velorio. Algunos utilizaban para el paseo y la diversión la ropa de trabajo, por basta que fuera, hasta que en tiendas de la cadena Amistad aparecieron las muy demandadas entonces camisas Yumurí.
Es por esa época –finales de los 70- que la guayabera reaparece tímidamente. De manga larga. Con pliegues y alforzas, pero no ya de hilo, sino de poliéster, y no siempre blanca. Era un lujo llegar a poseer una de ellas. No demoró en volver a abaratarse. Cuando se inauguró, en 1979, en ocasión de la Sexta Cumbre de los Países No Alineados, el Palacio de Convenciones de La Habana, los que asistieron a ese evento y a los que le seguirían, encontraron que porteros, gastronómicos y oficiales de salas –hombres y mujeres- de la instalación, lucían las mismas guayaberas que delegados e invitados. Y a partir de ahí fue, y sigue siéndolo en algunos establecimientos, prenda de uso corriente en la gastronomía de la Isla. Los jóvenes, por su parte, la rechazan por verla como símbolo del burócrata en funciones oficiales.
Diseñadores cubanos de prestigio cambiaron su estructura, materiales y colores y tienen en sus colecciones variantes de la prenda, tanto para hombres como para mujeres. Muy famosas son las camisolas habaneras de Mercy Nodarse, merecedoras de un importante galardón internacional, y las de Nancy Pelegrín, así como las de Emiliano Nelson, que les incorporó el deshilachado. Hoy una buena guayabera en el exterior puede llegar a los 700 dólares. Como afirma el narrador Lisandro Otero, sigue siendo una camisa que dignifica la informalidad y simplifica las galas. Símbolo de la despreocupación vestimentaria. Del espíritu festivo. De la sencillez y el relajamiento reposado.
RAZONES SOBRADAS

Expresión y símbolo de cubanía, y espirituana por más señas es la guayabera. Razones sobradas tiene Sancti Spíritus entonces para tomarla como centro de un proyecto de reanimación cultural que varios intelectuales, encabezados por el periodista y conductor de la radio Carlos Figueroa y la promotora Helena Farfán, presentaron a la Dirección Provincial de Cultura, que lo aprobó y calorizó en conjunto con otras entidades de la vida cultural y social de la provincia y el gobierno local. En su primera convocatoria, Los días de la guayabera fueron un éxito. Reafirmó la existencia de un público receptivo y entusiasta que llenó todos los espacios y que empieza a asumir esa prenda típica también como un nexo de su ciudad con el resto de Cuba, el Caribe y el mundo.
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08/12/2007 04:59

La guayabera (I)

Esta semana me fui a Sancti Spíritus. A trabajar, que es para lo único que me invitan. Sucede que la Dirección Provincial de Cultura de ese territorio comenzó a organizar a partir de este mes Los días de la guayabera, proyecto de reanimación cultural que pretende revitalizar esa prenda típica como nexo indiscutible de la ciudad con el resto de Cuba y el Caribe. Quieren sus organizadores que esas jornadas desemboquen en la Fiesta de la Guayabera, celebración que identificará a la provincia, potenciará nuevas formas de expresión para sus artistas y escritores y procurará la sistematicidad de su vida cultural al proponer acciones también en áreas y grupos desfavorecidos socialmente. Excelente idea que debe contar con el concurso de instituciones y personalidades, tanto locales como de la nación.
LA LEYENDA
¿Y por qué ese interés de los espirituanos en la guayabera? ¿Nació la guayabera en Sancti Spíritus? En verdad, no hay documentación que avale su nacimiento en tierras del Yayabo. Pero justo es decir enseguida que no existe tampoco documentación en sentido contrario y que ninguna otra región cubana ha discutido a Sancti Spíritus la paternidad de la prenda. La primitiva yayabera se extendió por las provincias vecinas, y fue trochana en Ciego de Ávila y camagüeyana, en Camagüey sin perder el cuño que le imprimieron los espirituanos.
Se dice que en 1709 arribó a la villa del Yayabo un matrimonio conformado por los andaluces José Pérez Rodríguez y Encarnación Núñez García. José era alfarero y a los tres meses de su llegada había construido ya una nave de madera para su taller. Se dice asimismo que un buen día el matrimonio recibió una pieza de tela de lino o hilo que mandaron a buscar o les remitieron sus familiares desde España y que José pidió a Encarnación que le confeccionase con ella camisas sueltas, de mangas largas, para usar por fuera del pantalón y con bolsillos grandes a fin de llevar en ellos la fuma y otros efectos personales. La mujer acometió el encargo y a los pocos meses aquellas camisas se popularizaron en la comarca.
Este suceso tiene varios detractores. Aseguran que en dicha fecha las disposiciones de la Real Compañía de Comercio que regían entre la metrópoli y la colonia, prohibían tales envíos y que, por otra parte, tampoco había comunicación entre España y Sancti Spíritus. Esa prohibición resulta a la larga poco significativa, a mi juicio, pues los andaluces pudieron haber obtenido su paquete de tela por la vía del contrabando o comercio de rescate tan en boga entonces.
Es inconcebible que un hecho meramente doméstico como la confección de una o varias camisas quedara registrado en la historia, y con tanto lujo de detalles: fecha, nombre de los protagonistas, diseño de la ropa… como para que los historiadores del futuro pudieran proclamar, sin sombra de duda, que ahí nació la guayabera. La historia de José y Encarnación es tan perfecta que no deja más alternativa que la de dudar de su veracidad. Pero marca el inicio de la leyenda de la guayabera o fija la entrada de la guayabera en la leyenda.
Nuestros guajiros del siglo XIX no la usaron. La literatura de la época los describe cubiertos con camisas azules o “de listado”, que usaban generalmente por fuera del pantalón. Constantes de su ajuar cotidiano eran el sombrero de yarey, el machete al cinto, los zapatos de vaqueta y un pañuelito atado al cuello para enjugar el sudor, mientras que reservaban el mejor atuendo para las salidas al pueblo y a la valla de gallos. Esteban Pichardo no recoge la palabra guayabera en su Diccionario provincial casi razonado de voces cubanas, que alcanza, en vida del autor, su cuarta edición en 1875, y hasta donde sé tampoco lo hace Manuel Martínez Moles en su vocabulario del espirituano. Aparecerá, sí, en Leonela, novela de Nicolás Heredia publicada en 1893, pero que cuenta una historia anterior al estallido, en 1868, de la Guerra de los Diez Años. En ella, don Cosme, un hacendado ganadero y maderero, llega a su casa de la ciudad procedente de la finca, donde pasa la mayor parte del tiempo, y se quita la guayabera, dice el narrador, como si se quitara el pellejo para someterse por unos días a la vida ciudadana. Desconozco si hay en la literatura menciones a la guayabera anteriores a esta de Heredia, pero es la más antigua que logré localizar, y que nos dice que no era en ese tiempo camisa de ciudad, pero tampoco de campesino pobre.
NO VA A LA GUERRA
Para este, lo usual en ese entonces era la chamarreta, que era asimismo una prenda con faldillas y mangas estrechas. Y es la chamarreta y no la guayabera la que se fue a la manigua. En la Guerra Grande, el Ejército Libertador careció de uniforme. El mambí se vestía como podía, con las ropas de la ciudad o del campo a su alcance. A Honorato del Castillo lo representan en combate con la camisa hecha jirones, y se habla de Serafín Sánchez y Carlos Roloff con la camisa dentro del pantalón. Ya en el 95, Martí alude a la chamarreta en su Diario. Charito Bolaños cosió para los libertadores durante toda la Guerra de Independencia. Los generales Alberto Nodarse, Mayía Rodríguez y García Menocal se vestían con lo que salía de sus manos. Jamás remitió una guayabera a la manigua, solo chamarretas. María Elena Molinet, hija de un general de la Independencia, investigó este asunto desde dentro pues fue la directora de vestuario de películas como Baraguá y La primera carga al machete, y acopió más de 120 fotos de mambises en la manigua. Ninguno viste de guayabera. Manuel Serafín Pichardo escribió a comienzos de la República el soneto “Soy cubano”, que gozó de una popularidad enorme y que todavía en los años 50 se incluía en los libros de Lectura de nuestra enseñanza primaria. Dice en su estrofa inicial: “Visto calzón de dril y chamarreta / que con el cinto del machete entallo. / En la guerra volaba mi caballo / al sentir mi zapato de vaqueta”.
A PARTIR DE LA CAMISA
Desciende de la camisa, la prenda de vestir más antigua que se conoce. Un tubo más o menos ancho con cuatro aberturas: una, para la cabeza; otra, para la parte baja del torso, y dos para los brazos. La camisa evolucionó desde la Edad Media. Se confeccionó de algodón, de hilo, de seda. Fue más ancha o más estrecha. Con adornos. Sin adornos. Una prenda interior. Unisex. Con los años perdió los puños y el escote y se hizo prenda exterior, protegida o no por levitas, sacos y chaquetas. En Cuba, los más humildes usaron la camisa hecha de algodón basto.
“¿Cuándo esa camisa se transformó en guayabera? ¿Cuándo y quién empezó a coser pliegues en las camisas hasta convertirlos en alforzas, reforzó el borde y las aberturas inferiores, hizo los primeros picos al canesú del frente y al de la espalda? El nacimiento de la guayabera no es obra de una sola persona y todavía falta por determinar a partir de qué momento se convirtió en prenda elegante, fresca, blanca, muy bien almidonada y planchada, que se podía llevar sin corbata”, escribía, en la revista Sol y Son, María Elena Molinet.
Resulta muy difícil enmarcar el surgimiento y evolución de la ropa popular tradicional. Tanto, que en 1948, Herminia del Portal de Novás Calvo, al consumir su turno en un ciclo de conferencias sobre el uso y el abuso de la guayabera, convocado por la sociedad Lyceum, del Vedado, aseguró que buena parte de la historia de esa prenda había transcurrido ante sus ojos y los de los otros disertantes y que ninguno tenía memoria ni podía dar fe de ella.
El testimonio gráfico más remoto que de la guayabera llega a nosotros data de 1906. Pero la palabra guayabera, como cubanismo, no se legitima hasta 1921, cuando Constantito Suárez la incluye en su Vocabulario cubano. . El autor, a quien apodaban El Españolito, la describe como una “especie de camisa de hombre, con bolsillos en la pechera y en los costados, muy adornada con pliegues y lorzas de la misma tela, que se usa sin chaqueta y con las faldas por fuera, por encima del pantalón, al exterior”. Añade Constantino Suárez: “Es una prenda de vestir, muy generalizada y típica, del campesino cubano”.
PRENDA NACIONAL

Ya para esa fecha la guayabera no era la misma que lucía don Cosme en Leonela. De la chamarreta y la camisa campesina surge, en la década del 1920, la guayabera clásica, que terminaría imponiéndose, después de 1940, como prenda nacional. Habrá que precisar cuánto debe esa guayabera a sastres, camiseros y costureras de Sancti Spíritus y Zaza del Medio.
La guayabera, en su nueva versión, ganó pronto las ciudades del interior, pero no le fue fácil conquistar La Habana. Referencias a ella en la capital aparecen a cuentagotas, y no siempre son de fácil comprobación. Se dice que fue el mayor general José Miguel Gómez, espirituano por añadidura, quien la trajo. Otros aseguran que, más que traerla, lo que hizo fue enseñar a otros políticos a usarla en sus giras por el interior. El presidente Zayas, cuando los Veteranos y Patriotas se alzaron en Cienfuegos, en 1924, se despojó del saco y la corbata, se cubrió con una fresca guayabera y salió a discutir con los amotinados. Le bastó una libreta de cheques para convencerlos de que depusieran su beligerancia. En 1926, Jorge Mañach publica sus Estampas de San Cristóbal; en una de sus páginas tres campesinos se estiran las mangas de sus estrujadas guayaberas antes de fotografiarse. Machado, en guayabera y con un fusil en la mano, se aprestó a la defensa del Palacio Presidencial cuando supo de la insubordinación del batallón número 1 de Artillería, el 11 de agosto de 1933. En esa época, se dice, la guayabera fue el uniforme de la Policía Judicial y de la Porra. No hemos podido comprobar esa afirmación. De todas formas, su uso era tan limitado que puede casi calificarse de nulo. No se ve a nadie vistiéndola en el cine ni en las fotos de prensa de la época y Abela no vistió al Bobo de guayabera, sino de traje.
Escribe el poeta Nicolás Guillén: “Después de la caída de Machado las costumbres cubanas experimentaron cierta modificación, al menos en sus signos exteriores. A los generales de la Guerra de Independencia, muchos con barbas, todos con bigotes, sucedió una generación lampiña y expeditiva que se corrompió rápidamente […] y que hizo tabla rasa de muchos hábitos populares heredados del siglo XIX. Los sargentos ascendieron a coroneles, los soldados se paseaban por las calles vestidos de oficiales, el pueblo colgó el saco, tiró el sombrero, desanudó la corbata, se alivió, en fin, de aquella vestimenta traída de un clima que no es nuestro, y la cual era considerada hasta entonces sine qua non”.
Todavía en 1941 se exigía el saco o la chaqueta para acceder a la platea de un cine de barrio; no así a la llamada tertulia. Una noche de ese año un juez de apellido Alfonso, que era amigo o conocido de mi padre y a quien yo también conocí de niño, sacó su entrada para la platea del cine San Francisco, en Lawton. El portero le impidió la entrada porque el juez vestía una elegante guayabera de manga larga. Alfonso reclamó su derecho porque esa camisa, enfatizó, era la prenda nacional. De momento, perdió la batalla, pero ganó la guerra y a partir de ahí pudo entrarse a los cines también en guayabera.
Con eso de prenda nacional tocamos un extremo que nadie ha esclarecido con la fundamentación necesaria. ¿En qué momento recibe la guayabera dicho título? ¿Quién se lo otorga? Lo veremos el próximo domingo.

08/12/2007 05:03

lunes, 8 de septiembre de 2008

Radio Cubana: mitos y decadencia

Por Carlo Figueroa

Mi vecino se despierta todos los días con Radio Reloj y tres puertas adelante Mercedes prefiere tomarse el primer café del día escuchando Radio Rebelde, pero su esposo le cambia el dial sin previo aviso para escuchar Un paso más, de Radio Sancti Spíritus. Es un ritual que ya tiene muchos años y que todos seguimos traspasando de una generación a otra, aunque la vida no sea la misma de hace 85 años cuando se oficializaba en Cuba la radiodifusión. Dejarse acompañar a cualquier hora por los sonidos de la otrora cajita encantada es tan afín al hombre de hoy como cualquier otro atisbo de contemporaneidad.
Es cierto que la radio tiene que compartir el espacio con otros medios poderosos, pero lo hace de una forma tan orgánica que reafirma la teoría de que en este mundo hay espacio para todos. Unos y otros interactúan, se acomodan a las exigencias de las megafusiones, las nuevas autopistas de la información y los estilos de comunicación dominantes. Contrario a lo que piensan algunos el postmodernismo sigue extendiendo su césped y estamos sentados sobre su hierba fresca, con la radio sintonizada y el viento a favor.

VIEJOS MITOS

La globalización es irreversible, nos invadió con tanta suspicacia que no acabamos de reconocer que llegó con la primera mirada del hombre cuando quiso saber que había del otro lado del horizonte: los griegos, los romanos, Cristóbal Colón, la industrialización inglesa, el nazismo, el estalinismo, los tratados de libre comercio, la Coca Cola, Walt Disney, los jeans a la cadera y la música de The Beatles o el Buena Vista Social Club, son expresiones históricas y modernas de su origen.
Pero no fue hasta la llegada de la revolución electrónica que los hombres encontramos como comunicarnos sin importar las distancias ni el tiempo y hemos comenzado a edificar una sociedad global o planetaria que está en sus albores.
Los medios de comunicación se han aprovechado de esa ventaja y convertido la cultura de masas en su modo de expresión, autentificando la fatuidad. Y en medio de ese huracán está la radio como parte de una estructura de comunicación social que aleja aquellos asuntos que validan la creación humana y a ella misma como instrumento estético.
En Cuba, seguimos recitando el mito de que tenemos la mejor producción de América Latina. Hablamos de las improntas de épocas remotas que la mayoría de los oyentes no tiene en sus referentes auditivos.
El dominio y el poder de la radio cubana en los años 40 y 50 del siglo pasado son paradigmas, pero sus fórmulas de creación, sus alcances y repercusiones sociales han sido notablemente superadas por otros que aprendieron rápido y dinamizan sus programaciones a partir del conocimiento, de la participación activa en las mutaciones digitales, de la identificación de sus receptores.
Recordemos que la Radio Cubana sufrió la transformación más violenta que se recuerde en todo el continente: el anuncio publicitario y los patrocinios dejaron de ser la manera de subsistir, las emisoras pasaron a manos del Estado y asumieron el noble rol de amplificar los cambios que la Revolución de 1959 autentificaba. Sin embargo, se aisló del resto del continente y de los avances tecnológicos que en lo sucesivo se vivieron, el lenguaje se volvió uniforme y las programaciones eran copiadas en una y otra estación en lo que parecía más un síndrome en expansión que novedad creativa. La teoría del embudo, tantas veces criticada, fue un manual inconsciente de los realizadores.

UN CAMBIO EFÍMERO

No fue hasta mediados de los años 80 y ante la agresión que puso en práctica Estados Unidos contra Cuba, primero con la salida al aire de Radio Martí y luego de TV Martí, que la realidad impuso abrir los formatos de programas, acercarse a la gente desde su propio lenguaje y arremeter contra los defectos sociales más visibles en un acto de credibilidad necesario. Empero, la nueva dinámica fue un oasis que otra vez desaparece tras el cese de la Guerra Fría y la nueva división del mundo en Occidente y Oriente. El estoicismo cubano en los finales del siglo XX implicó que toda la prensa sufriera golpes irreparables. La radio tuvo que revivir las viejas fórmulas y con ello puso en el altar las palabras vanas y desteñidas, los formatos facilitadores y el desdén estético propio de la era artesanal. El cambio no llegó para quedarse, fue apenas un salto efímero.
Salvo en contados ejemplos, la rutina y el estatismo creativo se establecieron per se. El conocimiento de lo que sucede en el mundo, estar al día en las innovaciones y conceptos radiofónicos más actuales, dar espacio a la innovación y atraer a los estudios a la vanguardia artística, la interrelación natural y franca con los receptores, la praxis como ejercicio de la razón, fueron asuntos archivados en espera de mejores momentos.

DECADENCIA ENTRONIZADA

Con el nuevo siglo se entronizó la decadencia. La radio se nota plagada, rodeada e invadida por la impostación cultural de muchos de sus hacedores y el dejarse llevar por lo que aprendieron un día, sin darse cuenta que la defensa de las diferencias no puede ser de labios para afuera, necesita acciones urgentes para que la mayoría entienda y preserve su patrimonio. No basta con transmitir palabras bellas y bien articuladas, ni canciones y sones de la más rancia estirpe nacional si no estamos preparados para asumir el discurso de esta época.
Las próximas generaciones no perdonarán que sigamos utilizando los micrófonos como un instrumento, desconociendo que también es un arma infalible en esta era de sobrecarga informativa. “Más información no significa más calidad de vida. Saber optar, seleccionar información, es la gran clave para el futuro”, afirma la comunicadora social brasileña Regina Festa. De ahí lo importante que la ideología socialista, el humanismo y la diversidad cultural gobiernen sus espacios.
La jerarquización coherente de los sucesos que transmitimos requiere una mejor formación académica de los radialistas, que dejen de repetir lo que dicen los libros y los manuales de historia, que usen la Internet como fuente documental, de intercambio, de acceso global y no como una agencia especializada en el último par de zapatos de Cristina Aguilera y en el precio de las entradas para el concierto de Prince. Saber discernir es un atributo demasiado caro para desperdiciarlo en altisonancias e inocuidades estéticas. Hay que poner a un lado el lenguaje trasnacional y comprender lo cubano desde la contemporaneidad y la actualización, sin estar ajenos al mundo, aunque el resto del mundo esté ajeno a cómo vivimos y creamos. No se puede asumir la cultura desde conceptos elitistas, hablando de lo local como un chisme de salón o relatando la tradición desde versiones incompetentes, edulcoradas y erróneas.

VIVIR PARA LA GENTE

En Cuba la radio tiene una alta función pedagógica y cultural que se ve constantemente corroída por los vacíos intelectuales de artistas, periodistas y directivos, por la falta de un balance coherente en la información, el reseñismo barato, las entrevistas insulsas y la información promocional propia de los divulgadores. Es una obligación ponderar las nuevas propuestas estéticas, dar espacio a la vanguardia artística de todos los entornos, romper con las inercias, la mediocridad y la decadencia profesional.
Arte en sí misma, la radiodifusión es un vehículo insustituible para que la cultura llegue al mayor número de personas en el menor tiempo posible. De ahí que la espectacularidad que nos aportan los medios globales es un remedio eficaz para atraer y convencer a los oyentes, ayudando a la preservación de los valores identitarios del país y a revertir el daño que por el abuso en la repetición de formularios comerciales de la peor calaña se ha sedimentado por años en los receptores cubanos.
Ryszard Kapuscinski dijo con toda certeza: “(...) trabajamos con la materia más delicada de este mundo: la gente. Con las palabras, con lo que escribimos sobre ellos, podemos destruirles la vida. (...) Y en general se trata de gente que carece de recursos para defenderse, que no puede hacer nada”.
La decadencia de hoy, es hija directa del estatismo y la rutina productiva, la falta de cultura general y del medio radial que tienen muchos de nuestros profesionales. He ahí el gran enemigo, el verdadero causante de que los mitos radiofónicos de hoy estén por construirse.




Publicado en: Vitrales, Suplemento Cultural del periódico Escambray. Año 20. No. 2
Abril – Julio del 2007. p. 6

El Hombre que nos falta

Por Carlo Figueroa

El Hombre que nos falta está en la esquina, puede llamarse Juan o Perico, tener 15 o 78 años, ser negro, blanco o mulato, heterosexual o gay, mickey, rafta o roquero, varón, hembra o metrosexual, estudiante, campesino o mecánico. Lo importante no es de donde procede, a qué se dedica o cuales son sus preferencias de cualquier tipo. El hombre y la mujer que nos falta en los medios de comunicación cubanos es el que anda a pie, el que no ha estado ni aspira a visitar Tropicana o el Gran Teatro de La Habana. Es simplemente un gran ausente, un olvidado que se entretiene ante la televisión y sigue creyendo que los locutores de la radio son gente bonita y buenas personas. Es el gran ausente, en el que casi nadie repara y al que supuestamente están dedicados todos los espacios posibles, incluyendo la internet.
Para algunos su presencia no es importante, digamos que es circunstancial o un elemento decorativo del montaje dramatúrgico de los noticiarios. Cuando aparece es para afirmar o negar, rara vez es juez o parte del discurso. Su criterio, cuando se tiene en cuenta, responde más a una jugarreta premeditada que al ejercicio pleno de la responsabilidad cívica y humanística de los medios.
Su ausencia ha creado en los últimos años un enroque desvirtuado de la realidad que transmitimos. “Todos quieren estar en el Noticiero”, dice Carlos Varela en su canción “El humo del tren”, y no se equivoca. Tanto en la radio como en la Televisión la Cuba profunda no existe y cuando por un ¿error? tiene un chance es muy poco lo que tiene o le dejan aportar. Se confunde la Cuba profunda con los logros, éxitos y conquistas productivas de unos cuantos, aquellos que lo hacen bien de acuerdo con los modelos preestablecidos.
De ahí que la gran mayoría no se vea ni se escuche representada y de paso, siga considerando que los responsables de todo lo bueno, lo santificado y lo malo del país sea únicamente aquello que recibe durante las interminables horas de emisión de los canales televisivos y las estaciones de radio.
Para suerte de la historia iconogránica cubana desde hace varios años un grupo de realizadores de cine y video viene pujando una importante obra testimonial que como el Noticiero ICAIC de Santiago Alvarez – y salvando todas las distancias – podría ser el referente que mañana se exhiba como una mínima muestra de cómo era el Hombre de la esquina. Esas producciones, que siguen siendo tildadas con toda justicia de independientes, corren también -como un buen chiste del destino-, la otredad, el silencio y no pasan de exhibirse de vez en cuando para “cumplir la norma” de tenerlas en cuenta. Sabemos que cuando pasan el umbral de los medios masivos de comunicación con alcance nacional es por la enorme presión de los emails, las gestiones de los mecenas del momento o el error de algún programador.
La cantidad de documentales, cortos de ficción y otros que se producen desde esa otra variante “independiente” es, a pesar de los muchos intentos, precaria, limitada por su origen. Y es que las buenas intenciones no alcanzan a resolver un problema mayor: la necesidad de abrir las pantallas y los micrófonos, de escuchar y escucharnos, de disentir, de estar o no de acuerdo con el entorno que vivimos.
Es cierto que muchas de las decisiones de ese silencio casi permanente del otro en los medios pasa por el tamiz del edulcorado criterio de nuestros funcionarios, pero también por el acomodamiento y la incapacidad heredada por los realizadores para enfrentar y asumir un discurso aglutinador, diverso, multipolar y competitivo. Pasa por la estrechez de los modelos de programación y la vista corta de los comunicadores que siguen creyendo que radio, televisión, cine e Internet son lugares para entretener desde los espectáculos banales, que se educa al prójimo con didactismos aburridos, se deben decir las verdades con enmascaramientos humorísticos y tantas otras barbaridades.
De otro lado, la malformación académica de los realizadores y su desconocimiento del público para el que trabajan ponen a temblar cualquier intento de cambio en los modelos de gestión cultural de los medios de comunicación en el país.
Recientemente, durante la última edición de los Premios Caracol, el periodista y realizador radial Lázaro Sarmiento recordaba que “más de un millón de cubanos se graduaron en cursos de computación y electrónica en los últimos veinte años en los Joven Club de Computación Dos millones 482 mil 861 estudiantes utilizaban computadoras. Y en casi todas las escuelas hay máquinas. Hay que sumar las instaladas en los hogares y en numerosas instituciones como el Ministerio de Salud Pública, muchas conectadas a la Red. El fenómeno incluye a los equipos reproductores de audio e imagen, los videojuegos y el intercambio de soportes.” Sarmiento nos recuerda, además, que …”El creciente número de cubanos que manejan una considerable cantidad de información los convierten en oyentes más exigentes.” También es cierto que “El acceso a equipos de audio y video y formatos multimedia permite una independencia de la radio y la televisión imposible de imaginar hace diez o quince años. Estas ventajas para un significativo número de personas representan un desafío para creadores y ejecutivos (…) y establecen las reglas para una competencia saludable.”
Más recientemente, otro colega, el santiaguero Reynaldo Cedeño en un enjundioso segundo análisis del programa “Mediodía en TV” publicado en la Internet también se sumaba a la preocupación afirmando: “Los medios de la televisión nacional no pueden actuar como eternos “colonizadores”, secuestrar la imagen del país y suplantarla con referentes solamente capitalinos. En esa materia no vale la política del centro y la periferia. Por eso, no es cuestión de agradecer a ningún programa que se abra a todo el país como un “mérito” ni un “favor”; sino que se precisa un cambio de filosofía: concertar esfuerzos para que desde las provincias, se conforme un canal de transmisión cotidiano, pensado y verdaderamente nacional. Pero, mientras la reticencia se deshiela, mientras las sinrazones caen, creo sinceramente que a estas alturas, la función de ventana a la cultura nacional, merecerían cumplirla otros espacios de la TV de alcance nacional, con otros equipos y conductores de mayor solidez, para bien de la cultura cubana.”
En el Séptimo Congreso de la UNEAC, todavía muchos recordamos la intervención muy publicitada por su importancia del Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal, quien llamaba en sus reflexiones al respeto por el otro, por el campesino que trabaja y al que no tenemos derecho a cuestionarle sus ganancias sin saber “lo que ha costado a su propietario sacar el fruto de la tierra.” Todavía se comentan sus palabras cuando dijo: “Es necesario que cuando vean pasar a uno cualquiera de nosotros, que sea singular, lo respeten y lo estimen; que no digan nunca, como afirmábamos al principio de la Revolución: «Ahí va un negrito»; que no digan nunca más: «Ahí va un homosexual», (…) ya que tanto hemos luchado por la libertad, que se respete nuestra singularidad.”
Pero todos estos asuntos y muchos otros, insisto, tienen una causa sobre la que invito hoy a reflexionar: El Hombre que nos falta está en la esquina y su voz en la sobremesa de todos los días, pero casi nunca en los medios de comunicación. Cuando se empiece a tomar en cuenta lo que piensa y lo que cree de nuestra realidad, de sus mejores y peores aciertos, empezaremos a ganar un terreno imprescindible para cualquiera que se decida a tener los medios como trinchera: que todos estén ahí, no importa de donde vengan ni hacia donde van.