Por Lázaro Sarmiento
Ahora mismo, a más de 15 mil 500 millones de Kilómetros de la Tierra, una nave espacial lleva a bordo un conjunto de grabaciones de nuestro planeta: el canto de las ballenas, una partitura de Mozart, la música de los Beatles, el llanto de un bebé... Si mañana, los extraterrestres hicieran contacto con esa embajada tecnológica tendrían en sus manos, antenitas o ventosas, algo muy parecido a un programa de radio.
Entre tanto, cada noche astrónomos en diferentes observatorios de la Tierra tienen la esperanza de escuchar mensajes originados en lejanos puntos de la galaxia. En las cabinas de sus potentes radiotelescopios ellos esperan esas señales tal vez con la misma emoción con la que nuestros abuelos aguardaban las voces de novelas de María Valero, Carlos Badías y Xiomara Fernández.
La radio parece tener siete vidas como los gatos. Lo demostró cuando la televisión, el video casero, los discos compactos, el DVD, las computadoras, Internet y los archivos MP3 entraron en la vida cotidiana de la gente. Este medio ha tenido suficiente astucia para adaptarse al vértigo de montaña rusa de las nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. Encontró una convivencia que le ha garantizado hasta ahora una respetable cuota de poder mediático.
NO HAY QUE PARECER PEDANTES
1979: El grupo británico Buggles canta una canción donde el video mata a la estrella de la radio. El tema musical se equivocó. 1993: Surge Internet Talk Radio y desde entonces las radio online se multiplican por miles. Avanzan la digitalización y ya algunos países han fijado una fecha para el fin de las transmisiones analógicas. En el baile participan los satélites con sus estaciones a la carta, y más recientemente los podcasting, que superan en todo el planeta, calculadas en torno a las 44 mil. Y desde su entrada en el mercado en octubre de 2001, los iPod no cesan de influir en las audiencias de la radio, principalmente en los jóvenes.
Pero no parezcamos pedantes. Estos datos, fáciles de encontrar en Internet, constituyen solo la parte más glamourosa de una realidad cuyas aristas comienzan a ser visibles en nuestro entorno. A la par, una buena parte del mundo permanece al margen, o retrasado, de muchos de los beneficios que reportan estas tecnologías. La humilde radio comunitaria, acosada en ocasiones por grandes cadenas comerciales, aún tiene por delante una tarea valiosa. También la radio tradicional con sus formatos de toda la vida seguirá siendo por largo tiempo un medio buscado por cientos de millones de personas.
AL ENCUENTRO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
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Más de un millón de cubanos se graduaron en cursos de computación y electrónica en los últimos veinte años en los Joven Club de Computación Dos millones 482 mil 861 estudiantes utilizaban computadoras. Y en casi todas las escuelas hay máquinas. Hay que sumar las instaladas en los hogares y en numerosas instituciones como el Ministerio de Salud Pública, muchas conectadas a la Red. El fenómeno incluye a los equipos reproductores de audio e imagen, los videojuegos y el intercambio de soportes.
El creciente número de cubanos que manejan una considerable cantidad de información los convierten en oyentes más exigentes. La experiencia con medios digitales influye en la manera en que las jóvenes audiencias se relacionan con la radio. Si de nuevas formase habla en la radio cubana, suponemos que éstas tienen que tener en cuenta al destinatario familiarizado con las Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones.
LO APARENTEMENTE SENCILLO
Ya hay canciones que se hacen populares sin llegar a los programas de radio. La gente dice “este tema musical está sonando por ahí”, y este modesto adverbio de lugar abarca toda una gama de canales: desde la bocina del vecino, los amplificadores de la discoteca, las reproductoras de los vehículos y los minúsculos auriculares del MP3
El acceso a equipos de audio y video y formatos multimedia permite una independencia de la radio y la televisión imposible de imaginar hace diez o quince años. Estas ventajas para un significativo número de personas representan un desafío para creadores y ejecutivos de la radio y establecen las reglas para una competencia saludable.
Los especialistas insisten: “Las innovaciones han dado paso a nuevos formatos mediáticos con nuevos modelos de difusión, consumo y uso de información. Las demarcaciones tradicionales entre público e instituciones mediáticas se entrecruzan”.
Lo aparentemente sencillo no lo es. Para mantener el ritmo de la vida hay que continuar rediseñando esquemas de programación, dinamitar conceptos dinosauricos y profundizar en la diferenciación de perfiles.
Poner el acento cuando sea necesario en la especialización temática. Analizar cómo la experiencia compartida por medios digitales influye en lo que sabemos y en la manera de cómo lo sabemos.
Convertir los destinatarios pasivos en oyentes activos .Aumentar los espacios de participación con multiplicidad de criterios - mejorar la calidad y recepción de la información.
Utilizar el espíritu competitivo para estimular la creación.
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Dejar de sobrevalorar el dato referido al número de temas transmitidos y campañas desarrolladas, y valorar el grado de recepción de los mensajes para no correr el riesgo de hacer una radio al gusto de realizadores y programadores.
Olvidarse de ciertas camisas de fuerza y permitir que los géneros se mezclen - diseñar formatos más dinámicos y entretenidos.
Elaborar una estrategia musical coherente y eficaz, respetuosa con el gusto paro audaz en la intencionalidad. - y –sobre todo- conquistar una mayor cantidad de jóvenes a través de formatos y contenidos que los representen en su diversidad.
LANZAR LA FLECHA Y DAR EN EL BLANCO
No basta con lanzar la flecha. Lo importante es que se clave en el receptor. La radio cubana tiene otro desafío que engloba a los ya citados: que el ritmo de la vida no se quede en la frase retórica. Hacen falta más programas de música especializada y variada, de ciencia, tecnología y medioambiente, y que abordan nuestros deberes como ciudadanos de una pequeña comunidad, un país y un planeta. Por suerte, aquí no existen dramas radiofónicos con jovencitas pobres soñando con el Príncipe azul de melena rubia que las suban a un Ferrari. Tampoco sufrimos la fórmula extendida en las estaciones de más de medio mundo de “música-noticias-tandas comerciales”. No abundan las tertulias basadas en los latidos más frívolos del corazón y las noticias ligth. Y no caigamos en la trampa de la nostalgia. Muy difícil que vuelvan a producirse las audiencias de Cumbres Borrascosas, El Derecho de nacer o Nocturno. Los códigos son otros. Ahora los jóvenes oyen las radionovelas con un mundo de referencias diferentes. Los niños de hoy ya no escuchan los cuentos de “Había una vez” como se contaban hace tres décadas. Su percepción cambió.
EL FUTURO
Mientras en otras esquinas del planeta se piensa en públicos robotizados, en Cuba se busca audiencias a las que la radio proporcione herramientas para disfrutar mejor una obra de teatro, una película o comprender el origen de las especies. Pudiera ser que este empeño genere un perfil de oyentes cada día con menos tiempo para escuchar la radio. Si es así, habrá valido la pena. Y si en otros lugares del Universo seres extraterrestres monitorean las transmisiones de la Tierra, sería deseable que no fuera el spot de una MacDonald ‘s el sonido que captaran sus radiotelescopios. Hay que apostar por el mensaje inteligente.
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