sábado, 7 de marzo de 2009

¿Y los del centro, qué?

Por Carlo Figueroa

Hay polémicas que me resultan desatinadas. La que históricamente insistimos en mantener sobre lo oriental o los orientales, los palestinos o los emigrantes de la zona Este del archipiélago, es una de ellas. Quizá porque soy del centro, lugar de encrucijadas, de encuentros, sitio de paso y asentamiento dónde no se repara mucho en establecer diferencias culturales, antropológicas y hasta sociológicas de ese tipo. Vivimos en Cuba y qué importa si eres de Mayajigua o Songo la Maya, de Sandino o Bejucal, de Colón o Baracoa.

Somos de un país diverso donde la postmodernidad – como en cualquier otro lugar del continente –, llegó tardíamente y como he dicho en otras ocasiones: los atisbos de contemporaneidad no sabemos sopesarlos con tino, pues el extremismo nos embauca. Nos pasamos la vida definiendo bipolaridades: lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo posible o lo imposible, el sí y el no. Definitivamente estamos necesitados de un set completo de colores, que nos permita ver más allá de lo blanco y lo negro, de La Habana y Oriente. O lo que es mejor, es hora de tirar el sofá obsoleto que algunos toman para la siesta de la división cultural en una isla que cabe dos millones de veces en el continente africano

Después de repasar una y otra vez lo escrito por Reinaldo Cedeño en el número 7 de La calle del Medio[1], donde indaga, cuestiona y valora con toda razón y enjundiosa verdad el falso y ridículo arquetipo que del “oriental” cubano se propaga por la TV, me doy cuenta que estamos ante un asunto mayor, que se toma a la ligera y por ser tan natural entre nosotros la burla, los epítetos racistas y otras tantas soeces, vivimos una mentira mediática que indigna las razones mismas de nuestra sociedad. Coincido con mi colega santiaguero en que la conversión de lo “nacional ” en “lo habanero”, (…) con la negación de las “comunidades locales y regiones” es una clara corrupción del concepto (de identidad nacional). La Habana vista, no como la cabeza del país sino como “’el país”, ha suplantado la visualidad Cuba. Así, ha secuestrado la multiplicidad de la nación, ha castrado los referentes visuales de una parte y con él, a sus protagonistas, modos, costumbres y escenarios”. [2]

Sin embargo, cambiando los protagonistas, dejando a un lado a las cubanas y cubanos que viven en la zona oriental del país, y buscando “otros referentes visuales” que no difunde la TV, la radio, ni algunos sitios on line, publicaciones humorísticas y los choferes de turno en las rutas capitalinas, me pregunto ¿y los del centro, qué?, ¿dónde estamos?, ¿quien nos menciona si no estamos en las noticias del día?, ¿quiénes son nuestros personajes/representantes en los grandes medios?. Lo que más acierto a recordar es a Antolín el Pichón, hijo de Manacas, pueblo humilde del municipio de Santo Domingo, en la provincia de Villa Clara. Por coincidencias de la vida, Ángel García, nació en el mismo pueblito que Cepero Brito, uno de los íconos de la locución en Cuba. Después de Antolín, sumé a la lista Varadero, la playa más universal del país, pero la menos asequible para el hombre de a pié; Trinidad, ciudad Patrimonio de la Humanidad; Santa Clara, capital villaclareña convertida en símbolo continental por descansar allí los restos del Che Guevara y sus compañeros de la guerrilla boliviana; y la Autopista Nacional, que llega hasta Sancti Spíritus y por dónde se traslada casi toda la población que trasiega el país de un extremo a otro. Puede que existan otros referentes con cierta habitualidad (estoy casi seguro de eso), pero creo que son los más publicitados.

Ya resulta extraño escuchar que Matanzas es la Atenas de Cuba. La casa donde habita Carilda Oliver Labra (Tirry 81), es más conocida en estos tiempos que todo el aporte literario y artístico que sigue entregando esa gran ciudad al entramado cubano con sabor a ajiaco en que vivimos. Pero el asunto es más elevado: cuando se habla de Cienfuegos el adjetivo por excelencia es “bella”, y si no fuera por los valores que recientemente le reconociera la UNESCO, todo lo que está sucediendo desde el lado económico allí con la reactivación de su refinería petrolera tras los acuerdos del ALBA, no escapaba también del ostracismo central. De Remedios conocemos “sus famosas parrandas”, de Sancti Spíritus, sus “casas coloniales”, de Ciego de Avila “la piña” y el municipio de Morón, donde “el gallo” canta para anunciar la hora.

Es lamentable ese poder reduccionista de la identidad, esa visión rampera del país que determinan en su gran mayoría hermanos de la tierra que emigraron a La Habana, se instalaron en el edificio de 12 pisos del ICRT y otras instituciones similares. El propio Reinaldo Cedeño reconoce la curiosidad de que “…la región central del país no tiene personajes, casi “no existe”.[3] Cosa extraña, dirán algunos, pero no deja de asistirle la razón. Si el personaje de Antolín el Pichón es el “personaje”, significa que estamos en una situación límite. ¿No hay otros que rindan homenaje a los que estamos entre La Habana y Oriente?.

Los que conocemos este país, lo hemos recorrido de un lado a otro, sabemos muy bien que la gente que vive en las montañas del Este tienen su arquetipo, como los montañeses del centro y los del Oeste. Quizás la respuesta la tenga una expresión que le escuché hace un tiempo a Armando Hart, en una de sus conferencias donde definía con acierto el concepto de Identidad Nacional como “el sentimiento que experimentan los miembros de una colectividad que se reconocen en su cultura y de no poder expresarse con fidelidad y de desarrollarse plena y libremente sino es a partir de ella".

Puedo decir con orgullo que conozco a Cuba primero y al Extranjero después. Recuerdo cuando mi padre me hacía acompañarlo en bicicleta en larguísimos recorridos desde mi pueblo (Colón, en Matanzas) hasta la comunidad de Guillermo Llabre, (Corralillo, Villa Clara), donde viven todavía los parientes de mi madre. El camino incluía el Central México, Banagüises, San José de los Ramos, las antiguas Minas de Motembo, Manga Larga y Llabre. Nos tomaba todo un día para ir y todo un día para regresar. Pero no había fronteras ni físicas ni mentales. La prima Chicha siempre tenía un guanajo a mano para torcerle el cuello y la tía Nena ponía la mirada azul y tierna para dar las gracias por la visita. El oficio me hizo después conocer más, adentrarme en zonas desconocidas de Santiago y Granma, de Holguín, Las Tunas, Camagüey, Ciego de Avila, La Habana, Pinar del Río y Sancti Spíritus, el lugar del centro que escogí por voluntad propia para vivir. Y en ese andar he aprendido las mejores lecciones de la vida y el casabe, y el pru santiaguero que no es igual al habanero, y el taitabucio espirituano que no se parece al fongo oriental, y la trova de aquí y allá, y el changüi legítimo, y el puerco en púa y al carbón, he conocido a muchas buenas personas que nunca salen por las pantallas de la TV ni por las emisoras de radio nacionales.

No sé, como sugiere Cedeño, si la solución estaría en rehabilitar el canal televisivo que emitía desde el Oriente de Cuba (Tele Rebelde), que tenía estructura y programación propias y en igualdad de condiciones que los canales nacionales. Fue una catástrofe que en vez de convertirse
definitivamente en un emisor/otro para el resto del país, le llevaran hasta el nombre para La Habana. Es un suceso doloroso que se resolvería
devolviéndole el cauce natural a una historia que increíblemente se truncó,
precisamente por ese pensamiento rampero que nos persigue
. Si así fuere, lo mejor que podría aportar es que los locutores y periodistas no hablen como los locutores y periodistas de La Rampa. Que digan, gesticulen, se expresen desde sus códigos identitarios. De lo contrario, sería más de lo mismo y el efecto contaminante de tantos años de dominio mediático desde el occidente ganaría la pelea por no presentación.

En lo que si coincido plenamente es en la necesidad de estar todos en las pantallas y en el éter tal y como somos. Habría que revisar si la fórmula-intento de la TV nacional de emitir determinados espacios de las televisoras locales es conveniente generalizarla como algo natural, y que la Radio Cubana, la que transmite para todo el país, inserte programas de amplia audiencia en otras provincias dentro de sus programaciones. Sería una buena manera de conocernos mejor los unos y los otros, de quitarnos el deplorable camisón de invasores e invadidos culturalmente.

Se hace obvio que nuestro referente no puede ser la fragmentación de la isla en habaneros y orientales, en ramperos y palestinos, en guajiros y pueblerinos, nuestro referente tiene que ser la unidad en la diversidad. Ya es hora, a esta altura del siglo XXI que encontremos nuestro lugar en el mundo cubano, es el momento de ir por muchos caminos hacia un horizonte común.



[1] Cedeño Pineda, Reinaldo. El arquetipo del “oriental” en la TV cubana. La calle del Medio. Publicación mensual de opinión y debate. No. 7, noviembre 2008. pp 4-5.

[2] Idem.

[3] Idem 1 y 2.



1 comentario:

Karen Cabrera dijo...

Interesante! Pero lo mas interesante de todo es que a usted es la única persona que le he escuchado hablar del taitabucio o taitabusio. Me gustaria saber mas del origen de esta delicia de la cocina espirituana!!