viernes, 17 de abril de 2009

Ciudad en rojo apunta al desacierto


Por Enrique Pérez Fumero
(Estudiante de Periodismo)
Tomado de: http://laislaylaespina.blogspot.com/2009/04/ciudad-en-rojo-apunta-al-desacierto.html


El largometraje Ciudad en rojo de la realizadora Rebeca Chávez, tuvo su estreno en el cine Rialto de Santiago de Cuba —que después de una larga temporada de sueño improductivo— al fin se despertó bañado y curado. Y es que en mejor lugar no pudo ocurrir. En frente, la Catedral y a pocos metros el Parque Céspedes; dos exteriores que resultaron campos de batallas para las luchas clandestinas contra la dictadura de Fulgencio Batista.

En la sala oscura, el fade in nos muestra en la pantalla algunos caracteres donde se lee que le película inspira su argumento en la novela Bertillón 166 del santiaguero José Soler Puig, quien mereció el primer premio convocado por la Casa de las Américas en 1960. Pero amén de reposar sobre una tesis literaria, Ciudad en rojo se debate entre el desacierto, el facilismo y la ingenuidad.

Tiene un guión donde se han violado algunos pasos que ayudarían a entender mejor el conflicto. En busca de un protagonista, muchos espectadores discutían entre los posibles actores; yo escojo a Santiago de Cuba como responsable de aquella etapa. Sin embargo los personajes donde se sustenta la lucha, carecen de una buena construcción física, psicológica y social: algunos entran y salen con pobres puntos de giros. Hay uno que sí marcó pautas. Me refiero al chivato, interpretado por Herón Vega que —en pocos minutos de metraje— cambia por completo el curso la historia. En general percibo cierta incongruencia cuando los protagonistas tienen que tomar decisiones y negar sus propias realidades.

Durante 24 horas, más o menos, transcurre todo el conflicto: un hervidero donde la sangre es el único líquido que calma la sed del tirano, el derrocamiento de este último es el máximo objetivo. La juventud universitaria es la que aparentemente lleva las riendas de la lucha, pero hay un sindicalista familiarizado con mejores formas de conducir la contienda. Llega, es rechazado y aceptado… de buenas a primeras es asesinado sin explicar ni hacer valer sus propósitos. ¡Todavía es una incógnita!

En torno a las actuaciones se nota alguna indiferencia con el tema en cuestión. Si la ciudad estaba roja, se supone que los habitantes también sufran por los sucesos del día a día. Al parecer ninguno de los sujetos principales tiene idea de cómo se vive en horas de sangre y bombas por todas partes: el corazón palidece a media asta en espera de un nuevo amanecer. Actores santiagueros poco utilizados, que a lo mejor hubiesen ofrecido otra mirada.
Ciudad en rojo tiene un final abierto, naturalmente la lucha continuaba en la Sierra y en el Llano. Pero en relación con la muerte del máximo caudillo de la tiranía, se recurre a un facilismo poco creíble por las personas vivas, testigos de aquella etapa.

El cine, como espectáculo al fin, propone un intercambio donde el espectador dialéctico construye su propia historia. Es aplaudible la fotografía de Ciudad en rojo que tuvo su escenografía en algunas calles, avenidas y escalinatas de Santiago de Cuba… planos generales de un amanecer cansado, nublado, íconos que enfatizan la incertidumbre que se vivía. Para muchos, una gran deuda que el ICAIC sostiene con diversos lugares de Cuba, al hacer frente a un séptimo arte cubano y ciento por ciento habanero. Los más bisoños nos quedamos boquiabiertos con la de entonces populosa calle Enramadas; pero… los que aún guardan instantáneas y publicaciones de la época quedaron insatisfechos… ¡Qué difícil!

Ciudad en rojo propone una revisión de nuestra idiosincrasia luchadora… El tiempo y los públicos dirán la última palabra.

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