Por Angel Martínez Niubó
He permanecido tres días en silencio leyendo lo que sobre Fidel se escribe en casi todos los medios del mundo. He ido desde el Vaticano hasta New York, desde el periódico GRANMA hasta El PAIS…, desde los blogs de afamados intelectuales, hasta las páginas de periódicos que encontré por obra y gracia de la casualidad. Y he terminado aquí, en Facebook, el sitio en donde muchos -de una u otra forma- pueden o logran escribir.
Reconozco que me podía esperar el respetuoso silencio de algunos, el leve balbuceo de otros, la tristeza de la inmensa mayoría, y lo que sí me entristeció: el regocijo de algunos que escribieron con saña, alegrándose - de manera burda y hasta grosera- de la muerte de Fidel.
Hace unas horas leí en la página de un amigo que en su familia no le enseñaron a alegrarse de la muerte de otro ser humano. En mi familia tampoco. Jamás existieron sentimientos de esa naturaleza. Así lo he trasmitido a mis hijas: la alegría por la muerte ajena denigra, deshonra y hasta ENSUCIA el alma. Si algunos vieron en Fidel a un enemigo, les recuerdo entonces lo que pude leer en otro post inteligente: “NO HAY MAYOR FRACASO QUE ALEGRARSE POR LA MUERTE DE AQUEL HOMBRE QUE NO PUDISTE VENCER EN VIDA”. Entonces la pérdida es doble, en primer lugar porque mostrar alegría por la muerte de otro ser humano es denigrante, y en segundo lugar porque, si es tu enemigo, murió de forma natural. No lo venciste.
He leído reacciones que van desde la indecencia y la torpeza, hasta la vulgaridad. Recuerdo lo que decía una amiga: ¿A nivel político qué celebran? ¿Alguno de sus enemigos lo mató? ¿Va a cambiar Cuba porque él murió? Vivió como quiso, fue presidente hasta que quiso, dijo lo que quiso... Murió anciano y tranquilo. ¿Qué celebran entonces? La celebración, en estos casos, es vergonzosa.
LO QUE SOBRE ÉL ME HUBIESE GUSTADO ESCRIBIR, ya lo escribieron Julio Cortázar, Eduardo Galeano y García Márquez. A esa altura no me queda otra que firmar sus argumentos. No puedo a esta hora aparecerme con textos menores ni versos inapreciables. Igual lo han dicho esta noche muchísimos presidentes que han venido de sitios diversos de la geografía mundial. Suscribo lo que han dicho.
Ya sé que en la isla el dinero escasea, que el transporte exaspera… Pero ¿y ese recordatorio qué representa a esta hora? Vienen, sin dudas, de análisis superfluos y excesivos Sé también de la solidaridad de muchos de los que se fueron en el 58, en el 96 o en el 2015. Sé de atenciones de los que viven en Madrid, en N. Jersey o en Miami. Vivir en la distancia no nos hace mejores ni peores. Son los gestos. Tengo ejemplos concretos, cercanos, de personas que viven pendientes, muy pendientes, de sus hermanos, de sus primos, de hijos que viven en la isla… Y sé de familiares en Cuba que han quedado a cargo de toda la familia. Los celebro a unos y a otros. Siempre he adorado la palabra ACOMPAÑAR… y a mi me ha tocado –y con qué gusto- ACOMPAÑAR EN CUBA. Pero familias así hay en Colombia, Honduras, México, y han existido desde que el mundo es mundo. Los exiliados existen desde la Biblia. Pero lo que me hastía es la palabra escurridiza, aparentemente hábil y mañosa, la palabra que vulnera la razón y el sentimiento. Me hastía la aversión, la postura de irreverencia y de desdén.
Confieso que no me esperaba el menosprecio de algunos (algunos pocos). Reitero que el brindis o el festín es deshonroso, y más que eso: degradante. Ya veo que en facebook cabe todo: la insolencia, la impudicia, la sordidez, la obscenidad, la ingratitud, e incluso la incoherencia y los errores ortográficos. A propósito. Leo páginas de varias latitudes y la mejor redacción pertenece a los cubanos ¿se habrán preguntado por qué?
Algo está claro: Quienes se van de Cuba y dejan atrás a sus hijos, a sus hermanos, o a sus amigos, saben que quedan en un país de paz. No es México ni Honduras, no es Colombia ni es Guatemala. No es el Salvador ni Haití… Es lo mismo que les sucede a los padres que en Cuba, dejan a sus hijos en la escuela a las 7:30 de la mañana: Se van tranquilos a sus casas o al trabajo. Incluso muchos de esos niños regresan solos a sus casas. Me duele que esa animadversión haga hablar, únicamente, de lo que se necesita cambiar y no de lo tanto que debe permanecer inamovible. Tengo derecho a desconfiar, a dudar, a ofenderme cuando alguien se alegra entonces por la muerte de Fidel. Pero no pretendo embaucarme o dejarme seducir en conversaciones o disputas. Al fin y al cabo, a veces, QUIENES SE HAN ALEGRADO POR LA MUERTE DE FIDEL SON LOS MISMOS QUE PREGUNTAN CÓMO PUEDEN ARREGLARSE LA BOCA, EN LA CLÍNICA DENTAL, CUANDO VIENEN A LA ISLA. Y me parece bien que se la arreglen, pero que luego NO CONTAMINEN LA BOCA desde la indecencia. Se necesita un poco de coherencia y de decoro a la hora de escribir, mucho más si se habla de la muerte. Si dices que el dinero no alcanza, si dices que el transporte público es ineficaz, di también que Cuba fue el único país por donde pasó el más terrible huracán de los últimos años y no murió NADIE, algo que no leí en ninguno de los que, cuando murió Fidel, mostraron esa penosa alegría. Se necesita coherencia… (Aunque ahí la palabra no es coherencia es dignidad… o decencia).
Muchos, la inmensa mayoría de los que tengo en mi muro, mostraron dolor. Otros hicieron silencio. Yo siempre traduzco ese silencio en respeto, en mansedumbre. Así lo percibí. Lo que me ha molestado son los destartalados y descompuestos textos que he leído. Son pocos, pero inesperados. Quizás mi inocencia no estaba preparada para la insolencia. Nunca aprenderé –ni me enseñaron- esas tristes lecciones de impudicia. Me encanta repetir algunas cosas: ¿A nivel político qué celebran? ¿Alguno de sus enemigos lo mató? No entiendo esa alegría. E incluso me resisto en llamar ALEGRÍA a ese estado. La alegría es pura, transparente, y sus causas vienen siempre del amor, y no del odio.
Algunos incluso han invocado a Dios. Hecho que me resulta todavía más penoso, pues me deja ver ya no sólo un alma aquejada, sino un desconocimiento más generalizado. La biblia, Proverbios 24, dice: “No te regocijes cuando caiga tu enemigo, y no se alegre tu corazón cuando tropiece”.
Era todo lo que tenía que escribir sobre esos textos. Ya le pedí al amigo Silvio su “rabo de nubes”: Me deshago de ellos. Soy escritor, no curador de almas.
Reconozco que me podía esperar el respetuoso silencio de algunos, el leve balbuceo de otros, la tristeza de la inmensa mayoría, y lo que sí me entristeció: el regocijo de algunos que escribieron con saña, alegrándose - de manera burda y hasta grosera- de la muerte de Fidel.
Hace unas horas leí en la página de un amigo que en su familia no le enseñaron a alegrarse de la muerte de otro ser humano. En mi familia tampoco. Jamás existieron sentimientos de esa naturaleza. Así lo he trasmitido a mis hijas: la alegría por la muerte ajena denigra, deshonra y hasta ENSUCIA el alma. Si algunos vieron en Fidel a un enemigo, les recuerdo entonces lo que pude leer en otro post inteligente: “NO HAY MAYOR FRACASO QUE ALEGRARSE POR LA MUERTE DE AQUEL HOMBRE QUE NO PUDISTE VENCER EN VIDA”. Entonces la pérdida es doble, en primer lugar porque mostrar alegría por la muerte de otro ser humano es denigrante, y en segundo lugar porque, si es tu enemigo, murió de forma natural. No lo venciste.
He leído reacciones que van desde la indecencia y la torpeza, hasta la vulgaridad. Recuerdo lo que decía una amiga: ¿A nivel político qué celebran? ¿Alguno de sus enemigos lo mató? ¿Va a cambiar Cuba porque él murió? Vivió como quiso, fue presidente hasta que quiso, dijo lo que quiso... Murió anciano y tranquilo. ¿Qué celebran entonces? La celebración, en estos casos, es vergonzosa.
LO QUE SOBRE ÉL ME HUBIESE GUSTADO ESCRIBIR, ya lo escribieron Julio Cortázar, Eduardo Galeano y García Márquez. A esa altura no me queda otra que firmar sus argumentos. No puedo a esta hora aparecerme con textos menores ni versos inapreciables. Igual lo han dicho esta noche muchísimos presidentes que han venido de sitios diversos de la geografía mundial. Suscribo lo que han dicho.
Ya sé que en la isla el dinero escasea, que el transporte exaspera… Pero ¿y ese recordatorio qué representa a esta hora? Vienen, sin dudas, de análisis superfluos y excesivos Sé también de la solidaridad de muchos de los que se fueron en el 58, en el 96 o en el 2015. Sé de atenciones de los que viven en Madrid, en N. Jersey o en Miami. Vivir en la distancia no nos hace mejores ni peores. Son los gestos. Tengo ejemplos concretos, cercanos, de personas que viven pendientes, muy pendientes, de sus hermanos, de sus primos, de hijos que viven en la isla… Y sé de familiares en Cuba que han quedado a cargo de toda la familia. Los celebro a unos y a otros. Siempre he adorado la palabra ACOMPAÑAR… y a mi me ha tocado –y con qué gusto- ACOMPAÑAR EN CUBA. Pero familias así hay en Colombia, Honduras, México, y han existido desde que el mundo es mundo. Los exiliados existen desde la Biblia. Pero lo que me hastía es la palabra escurridiza, aparentemente hábil y mañosa, la palabra que vulnera la razón y el sentimiento. Me hastía la aversión, la postura de irreverencia y de desdén.
Confieso que no me esperaba el menosprecio de algunos (algunos pocos). Reitero que el brindis o el festín es deshonroso, y más que eso: degradante. Ya veo que en facebook cabe todo: la insolencia, la impudicia, la sordidez, la obscenidad, la ingratitud, e incluso la incoherencia y los errores ortográficos. A propósito. Leo páginas de varias latitudes y la mejor redacción pertenece a los cubanos ¿se habrán preguntado por qué?
Algo está claro: Quienes se van de Cuba y dejan atrás a sus hijos, a sus hermanos, o a sus amigos, saben que quedan en un país de paz. No es México ni Honduras, no es Colombia ni es Guatemala. No es el Salvador ni Haití… Es lo mismo que les sucede a los padres que en Cuba, dejan a sus hijos en la escuela a las 7:30 de la mañana: Se van tranquilos a sus casas o al trabajo. Incluso muchos de esos niños regresan solos a sus casas. Me duele que esa animadversión haga hablar, únicamente, de lo que se necesita cambiar y no de lo tanto que debe permanecer inamovible. Tengo derecho a desconfiar, a dudar, a ofenderme cuando alguien se alegra entonces por la muerte de Fidel. Pero no pretendo embaucarme o dejarme seducir en conversaciones o disputas. Al fin y al cabo, a veces, QUIENES SE HAN ALEGRADO POR LA MUERTE DE FIDEL SON LOS MISMOS QUE PREGUNTAN CÓMO PUEDEN ARREGLARSE LA BOCA, EN LA CLÍNICA DENTAL, CUANDO VIENEN A LA ISLA. Y me parece bien que se la arreglen, pero que luego NO CONTAMINEN LA BOCA desde la indecencia. Se necesita un poco de coherencia y de decoro a la hora de escribir, mucho más si se habla de la muerte. Si dices que el dinero no alcanza, si dices que el transporte público es ineficaz, di también que Cuba fue el único país por donde pasó el más terrible huracán de los últimos años y no murió NADIE, algo que no leí en ninguno de los que, cuando murió Fidel, mostraron esa penosa alegría. Se necesita coherencia… (Aunque ahí la palabra no es coherencia es dignidad… o decencia).
Muchos, la inmensa mayoría de los que tengo en mi muro, mostraron dolor. Otros hicieron silencio. Yo siempre traduzco ese silencio en respeto, en mansedumbre. Así lo percibí. Lo que me ha molestado son los destartalados y descompuestos textos que he leído. Son pocos, pero inesperados. Quizás mi inocencia no estaba preparada para la insolencia. Nunca aprenderé –ni me enseñaron- esas tristes lecciones de impudicia. Me encanta repetir algunas cosas: ¿A nivel político qué celebran? ¿Alguno de sus enemigos lo mató? No entiendo esa alegría. E incluso me resisto en llamar ALEGRÍA a ese estado. La alegría es pura, transparente, y sus causas vienen siempre del amor, y no del odio.
Algunos incluso han invocado a Dios. Hecho que me resulta todavía más penoso, pues me deja ver ya no sólo un alma aquejada, sino un desconocimiento más generalizado. La biblia, Proverbios 24, dice: “No te regocijes cuando caiga tu enemigo, y no se alegre tu corazón cuando tropiece”.
Era todo lo que tenía que escribir sobre esos textos. Ya le pedí al amigo Silvio su “rabo de nubes”: Me deshago de ellos. Soy escritor, no curador de almas.
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